Arizona, Democracy, Plutocracy

Edited by Jonathan Douglas

 

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Ayer la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos decidió que la policía de Arizona sí tiene derecho de pedir papeles migratorios a cualquier infractor de cualquier ley o reglamento. Cualquier infracción puede ser pretexto para exigir ver papeles. Como en Arizona los migrantes son en su mayoría de México, la policía tenderá a intimidar con mayor regularidad a gente de aspecto hispano, sean o no migrantes indocumentados. La nueva ley significa que, con toda probabilidad, se van a endurecer las tensiones entre mexicano y anglo.

¿Qué se puede hacer, desde México, ante esto? Desde luego, el gobierno mexicano deberá observar lo que vaya ocurriendo y promover juicios, quejas y campañas de medios como medidas de presión. Pero el público general tendrá también que pensar y discutir la situación actual de la democracia estadunidense, para apoyar lo mejor que se pueda a las fuerzas progresistas de ese país.

La democracia estadunidense, hoy, no goza de muy buena salud.

Toda democracia depende de que haya un piso de bienestar mínimo, y, sobre todo, de que la desigualdad social no sea tan abismal que lleve de manera inevitable a la plutocracia. Durante gran parte de su historia, Estados Unidos fue un país con un fuerte predominio de la clase media. Hoy, ya no lo es tanto. Sus niveles de desigualdad han aumentado consistentemente desde 1980, y su política fiscal favorece al especulador por encima del asalariado, sobre todo a partir de las reformas introducidas durante presidencia de Bush. Sólo así se explica que Mitt Romney, cuyo padre fue dueño de American Motors, pagara una tasa de apenas 15 por ciento de impuestos sobre su renta el año pasado, en tanto que cualquier asalariado pagó alrededor de 25 por ciento.

El Nobel de Economía Joseph Stiglitz escribió hace poco que Estados Unidos está rápidamente dejando de ser la tierra de la oportunidad. Cada vez más, las oportunidades se heredan. El sistema premia la especulación financiera por encima del trabajo: en promedio, los ingenieros, inventores, diseñadores, tecnólogos, médicos, creadores o científicos ganan apenas una fracción de lo que recibe casi cualquier mocoso del sector financiero, aunque su contribución a la economía haya sido hundir alguna compañía o desfalcar algún fondo de pensionistas.

A nivel político, este aumento de la desigualdad está creando un sistema que se aproxima a la plutocracia. La derecha tiene mayoría en la Suprema Corte de Justicia, y eso ha conllevado reformas a las leyes electorales que ahora permiten que las corporaciones operen en el plano electoral como si fueran individuos. Eso da enormes ventajas a los candidatos que gozan de apoyos corporativos, como se vio en la reciente elección primaria republicana, donde triunfó un candidato que, aunque más cuerdo y presentable que sus adversarios, era también mucho menos popular.

Por último, hay que entender que existe una relación entre los abusos de los derechos humanos de extranjeros y los procesos de exclusión social internos. La legalización de la tortura en Guantánamo fue, en ese sentido, una gran derrota para toda la población estadunidense, pues el apoyo a esa clase de medida extrema ayudó a justificar la pérdida de garantías, el endurecimiento de la criminalización y la multiplicación de cárceles, y de centros de detención de migrantes. A todo esto hay que agregar lo de hoy, que es que la policía de Arizona tiene un nuevo instrumento para oprimir a la población de aspecto latino, sean ciudadanos o no.

Tradicionalmente, el modo de ocultar hechos como éste es poniendo a ciudadanos de extracción latina en puestos de policía, para que sean ellos mismos los que hagan el trabajo sucio de la discriminación. Pero tácticas de ese tipo sólo funcionan por tiempo limitado. Ya aparecerán las estadísticas que hablen de la exclusión creciente de los latinos en Arizona.

La dureza contra los migrantes –incluida la dureza simbólica, como la que comunica el muro en la frontera– legitima una ruda política carcelaria al interior del país, beneficiando, otra vez, a la mal-llamada industria de la seguridad. California gasta prácticamente el doble en cárceles que en educación superior. Y hace unos días, cuando los diputados de zonas urbanas del estado de Nueva York quisieron pasar una ley suavizando penas por posesión de mariguana, los diputados de zonas suburbanas y ricas bloquearon la ley.

En resumen: la democracia estadunidense está pasando un trance delicado. Interesa que se fortalezca el proceso democrático en ese país, para así apoyar a los migrantes y a la población latina residente. Interesa, también, porque la política anti-drogas y de venta de armas de Estados Unidos es, hoy, presa de los intereses de la plutocracia.

¿Qué hacer desde México? En primer lugar, discutir públicamente la erosión de la democracia estadunidense, con apego estricto a la verdad –sin exageraciones ni mentiras, que luego son contraproducentes. Segundo, se podría explorar una estrategia gandhiana, y de preferencia con un toque latino: es decir, de protesta pacífica pero consistente, y con uso del sentido del humor y del ridículo como arma. Como sea, importa que haya una reacción de la opinión pública ante leyes como la de Arizona.

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