Edited by Josie Mulberry
A algunos no gustó nada lo que dijo Obama el día 10 de Julio de 2012. ¿Qué es lo que dijo Obama? Obama dijo la pura y santa verdad. Obama dijo que Venezuela bajo Chávez no representa ningún peligro para los EE UU.
¿Cómo va a representar un peligro la Venezuela de Chávez si éste ha multiplicado la dependencia económica con respecto a los EE UU más que ningún otro mandatario latinoamericano?
No es una crítica. Cada gobierno tiene el derecho a contraer las relaciones económicas que estime conveniente. Pero así y todo no deja de llamar la atención la enorme asimetría que existe entre la retórica presidencial y su gestión económica internacional.
Mientras otros mandatarios latinoamericanos recorren una vía caracterizada por la diversificación de las exportaciones (no pocos países ya tienen como principal socio comercial a China y no a USA); mientras la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, México y Perú) se abre a los mercados asiáticos; mientras el comercio con la UE aumenta en Argentina Brasil y Uruguay, la Venezuela chavista, contraviniendo la labia presidencial, ha reforzado la tradicional estructura monoexportadora del país, aumentando vía importaciones su dependencia con ese “imperio” que tanto odia.
Según el informe de la Cámara Venezolano Americana de Comercio e Industria (Venamcham), las importaciones desde Estados Unidos sumaron un incremento de 50,9% al compararse con los dos mil 462 millones registrados en 2011. Esto obedece a que en marzo pasado, los productos comprados por Venezuela alcanzaron un mil 326 millones de dólares, monto que no se registraba desde hace más de tres años, cuando en octubre de 2008 se ubicó en un mil 403 millones de dólares.
Las exportaciones ascendieron a 10 mil 355 millones de dólares en el primer trimestre, representando un incremento de apenas 0,16%. Del total, las ventas de petróleo representaron 96,02% al ubicarse en nueve mil 944 millones de dólares, reflejando una disminución de 1,07% en comparación con 2011, cuando éstas alcanzaron los 10 mil 51 millones. Las exportaciones no petroleras apenas significaron 3,98% del total; es decir 411 millones, mostrando un aumento de 43,25% respecto a 2011 cuando estuvieron en 287 millones.
Bajo la luz de esas cifras, los mentores del chavismo argumentarán que las relaciones económicas son una cosa y las relaciones políticas, otra. Repetirán sin duda que Chávez “les saca plata y productos a los gringos” para financiar su gran obra revolucionaria (por ejemplo, su faraónica campaña electoral). Aducirán, por supuesto, que en virtud del verbo anti-imperial de Chávez, los venezolanos han recuperado su dignidad (nadie sabe quien se las había quitado) y no faltarán quienes agregarán que Chávez está forjando una alianza internacional destinada a aislar al imperio. ¿No es de todas maneras Venezuela un peligro para los EE UU?, preguntarán los más radicales.
Chávez continúa, por cierto, gritando en contra del “imperio”, pero ahora usando un texto vacío, es decir, sin referirse jamás a una acción concreta del gobierno norteamericano. La verdad, Chávez no puede con Obama, quien –mucho más popular que Chávez en todos los países latinoamericanos– le ha quitado el show. Hasta la sexóloga hija de Raúl Castro viajó a los EE UU a alabar a Obama. Obama –digámoslo de modo popular- tiene loco a Chávez. Frente a Obama, Chávez es “la nada”.
¡Qué bellos esos tiempos en los cuales el presidente Bush regalaba argumentos a Chávez y al chavismo! En efecto: Chávez, más que ningún otro presidente obtuvo capitales electorales gracias a la brutal política internacional de Bush.
Imitando como siempre a Fidel Castro, quien durante los primeros años de su larguísimo mandato sensibilizó a multitudes apelando al “efecto David” -una pequeña nación desafiando a la más grande potencia de la historia- Chávez usaba los foros internacionales para ridiculizar a Bush. Me atrevería a decir incluso, y sin ningún asomo de ironía, que Bush llegó a ser uno de los principales aliados electorales de Chávez.
Bush, al igual que Chávez, se manejaba en el marco de la lógica de la guerra fría. En gran medida ambos hablaban un lenguaje parecido (misiones históricas, destinos manifiestos, cruzadas políticas, imperio del mal, invocaciones pseudoreligiosas). Y al igual que Chávez, Bush necesitaba hipertensionar la política exterior con el objetivo de mostrar presencia en el medio local.
En el pasado reciente, Bush –aunque eliminó a un feroz tirano- aparecía simbólicamente como realizador de guerras injustas, estigma capitalizado por el mandatario venezolano. Obama en cambio aparece como aliado estratégico de revoluciones populares y democráticas, sobre todo de las del mundo árabe. A la inversa, Chávez actúa hoy como un aliado de las más sangrientas dictaduras de la tierra. No sólo regaló la espada del libertador al criminal de Libia. Recibe, además, con honores militares a quien hizo masacrar a miles de estudiantes durante la “revolución verde” de Irán, y por si fuera poco se identifica con el asesino de niños sirios, a quien Chávez llama “humanista”. Los papeles han sido cambiados. Chávez ya no es el “bueno”, es uno de los “malos” de la película. En el nuevo contexto internacional, Chávez se encuentra muy desubicado. Ese hecho no dejará de tener repercusiones electorales en Venezuela.
Lo cierto es que las elecciones del 2012 tendrán lugar bajo condiciones muy distintas a las del 2006. Así, mientras la candidatura de Rosales fue el resultado de acuerdos cupulares, la de Capriles emergió legitimada -al igual que la de Obama en los EE UU- por vibrantes elecciones primarias. Mientras en el 2006 Chávez aparecía como representante de una revolución que avanzaba hacia el futuro, hoy, frente al incansable Capriles, aparece con el pasado pintado en la cara. Mientras en el 2006 Chávez logró presentarse simbólicamente como un justiciero frente a Bush, hoy Obama, al igual que Capriles, aparece como uno de los mas decididos defensores de la democracia. Y por si fuera poco, Capriles lleva a cabo en Venezuela la misma estrategia -polémica pero no confrontativa- que tantos éxitos dio a Obama dentro y fuera de su país. Pues así como Chávez se parecía políticamente a Bush, el parecido entre el estilo político de Capriles y el de Obama es notable.
Si Chávez es derrotado en Octubre –y hay razones para pensar en esa posibilidad- habrá que preguntarse en que medida el nuevo contexto internacional agregó uno que otro punto al triunfo de la democracia en Venezuela. Gracias a Obama. Gracias a Capriles.
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