Edited by Gillian Palmer
El Congreso de Estados Unidos está de mal en peor. De entrada, la opinión pública nacional tiene de él una pésima percepción. En cada una de las encuestas que se hacen en el territorio nacional, el nivel de aprobación sobre la labor del mismo anda por los pisos. Si mal andan los candidatos a la presidencia, muchísimo peor están los congresistas.
Tal parece, según se refleja en las encuestas, que los miembros del Congreso, en vez de admiración, provocan asco. Los ciudadanos de este país sienten repugnancia de estos políticos que van a Washington a complacer corporaciones y a olvidarse del pueblo. Tan es así que esos personajes en su totalidad tienen solo el 9 por ciento de aprobación en las encuestas, mientras que 11 por ciento de esos mismos ciudadanos aprueban la poligamia como algo moralmente aceptable. Pero no solo eso, el 30 por ciento aprueba la pornografía. Es decir que hay más americanos que aprueban la pornografía y la poligamia que a sus representantes en la capital de la nación. Pero aún más: el 11 por ciento aprueba el comunismo, el 23 a los miserables banqueros que han hundido al país en el caos económico y hasta el 16 por ciento no se disgustó con la British Petroleum por derramar tanto petróleo en el Golfo de México. Cuando tuvo que renunciar por el escándalo de Watergate, el presidente Richard Nixon tenía un nivel de aprobación del 23 por ciento.
La ignorancia y la mediocridad priman en ambas cámaras del Congreso. Hay congresistas ejerciendo que, si les ponen un mapa en blanco de Estados Unidos, son capaces de situar a San Luis en el Estado de California y que si los sacas de su demarcación, están más perdidos que un gallo en París. Lo malo no es que sean ignorantes, sino que se creen todo lo contrario. Son ignorantes, pero no son bobos. Son, como decíamos en criollo, unos bichos; hay que ver las habilidades que tienen para recaudar fondos para sus campañas electorales. En ese sentido son «la candela». Saben moverse muy bien entre los pocos electores que acuden a las urnas… Van a Washington y allí votan, a veces sin tan siquiera leer los proyectos, por lo que les pongan delante de ellos o ellos les pongan delante a otros. Hoy votas por mí y yo mañana voto por ti.
Los cubanos que vivimos aquí tenemos una amplia representación de ignorantes allá en la capital de ese país. Ya tenemos seis, pero como decimos en Cuba, «Éramos pocos y parió Catana». Ahora vamos a tener siete, ya que en las primarias del Partido Republicano de Texas salió elegido para aspirar al Senado Federal el abogado Ted Cruz, hijo de un emigrante cubano. Es el candidato del Partido Republicano y eso le asegura el escaño ya que, desde hace más de 20 años, los aspirantes de ese partido tienen asegurada esa bancada.
Cualquiera se puede preguntar de dónde salió este caballero al que hasta hace muy poco tiempo nadie conocía fuera de las fronteras del Estado de Texas. Pues bien, Mr. Cruz es hijo de Rafael Cruz —un cubano que emigró a Estados Unidos en 1957— y de Eleonor Darragh, una norteamericana descendiente de irlandeses que nació en Delaware.
Ted Cruz tiene 42 años, es abogado graduado de la escuela de leyes de la Universidad de Harvard y hasta hace unos años fungió como Procurador General de Texas. Fue el primer ciudadano de origen latino en ocupar esa posición en aquel estado y el que más tiempo la ocupó, además de haber sido el Procurador General más joven que ha tenido este país.
Ted Cruz fue elegido en contra de la voluntad de los más poderosos personeros del Partido Republicano de Texas, solamente con el empuje del Tea Party, del cual es miembro distinguido. El hombre, más conservador y reaccionario no puede ser.
Así es que, con la llegada al Senado de Estados Unidos de Mr. Cruz, el tigre del anticubanismo en el Congreso tendrá, a partir del año que viene, una raya más. Me imagino que este hombre, dentro de muy poco se estará abrazando con los herederos del dictador Fulgencio Batista en la colina de Washington, donde radica el Capitolio. El odio hacia Cuba los unirá en un abrazo fraterno. Con la llegada de Mr. Cruz, el agujero negro que han creado los anticubanos en el Congreso federal adquirirá nuevas y más amplias dimensiones.
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