Protect Assange?

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Ecuador acaba de entrar a las grandes ligas gracias a la resaca imperial que aqueja a la política exterior británica. Su nombre se ha difundido por todos los medios de comunicación, la decisión de su gobierno se comenta como noticia de primera línea, la imagen de Correa y Patiño copa la mayoría de espacios, y la gente empieza una carrera de mensajes para pronunciarse a favor o en contra del asilo concedido a Julian Assange.

Más allá de los referentes jurídicos que serán analizados con detalle, el hecho nos lleva a un escenario que producirá impactos de consideración a nivel externo y a nivel nacional. La política exterior de Ecuador merecerá más de una visión crítica o de apoyo. Quienes se ubiquen en el primer casillero juzgarán que haber tomado como problema fundamental de país el caso del hacker, podría conducir a Ecuador a una situación de dificultades y riesgos en sus relaciones internacionales, con efectos negativos para su economía, para su mercado externo y para mantener un flujo tranquilizador de recursos por parte de otras naciones o de los organismos de crédito. Y quienes la apoyan sentirán que están defendiendo la posición de una pequeña y valiente nación frente a la soberbia de una gran potencia.

Pero la situación no se queda ahí. Correa presupone que los sistemas jurídicos de Suecia y de Estados Unidos no garantizan procedimientos justos para Assange, y trabaja para conseguir posiciones favorables de la OEA, de la Unasur y de la ALBA. Con esto se tensan las relaciones entre los bloques con intereses contrapuestos, y hasta se desatan respuestas de los afectados con repercusiones en la política mundial.

Aparte de esta previsión, la medida puede influir eventualmente en el proceso electoral que se avecina en Ecuador. Un discurso de campaña inscrito en la lógica “revolucionaria” de rechazar la imposición del “imperialismo”, deja en segundo plano el escándalo de las firmas en el CNE, oculta los abusos del régimen contra la libertad de información, y esconde la corrupción oficial.

Qué pena que los derechos humanos sirvan para esto.

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