A Path for Undocumented Youth

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Es un paso adelante en la dirección correcta. No se trata de una amnistía ni de una reforma migratoria, sino de una medida temporal que permitirá no ser deportados a 1.7 millones de jóvenes indocumentados que llegaron siendo niños a EU. Les permitirá estudiar y trabajar durante dos años. El miércoles 15, día en que entró en vigor el decreto del presidente Obama, hubo grandes colas, verdaderos tumultos de jóvenes en muchas ciudades para solicitar el beneficio del decreto.

Después del fracaso en el Congreso del Dream Act, cientos de miles de indocumentados siguieron soñando en que podrían estudiar y trabajar sin la amenaza de ser deportados. Hoy resulta paradójico que los indocumentados acudan a solicitar el beneficio del decreto, con muchos, muchos documentos que prueban que han vivido en Estados Unidos por más de cinco años, que son o han sido estudiantes: llevan consigo récords escolares, diplomas, reconocimientos académicos o deportivos, cartas de recomendación, talones de pago, estados de cuenta bancarios, recibos de renta, documentos de devolución de impuestos… Llegaron con sus padres siendo menores de edad, han vivido, estudiado, se han desarrollado en Estados Unidos, hablan inglés, están rodeados de compañeros y amigos en escuelas y universidades.

El presidente Obama tomó una decisión política importante al firmar el decreto. ¿Que se trata de una medida política? Por supuesto, en tiempos electorales amarará el voto latino, pero recibirá también críticas duras de los republicanos. Pero sobre todo es la primera mediad migratoria—desde la amnistía de 1986—que podrá beneficiar a 1.7 millones. Porque aun siendo temporal servirá para mostrar a los estadounidenses—convencidos o no—de que es posible otro enfoque para abordar la cuestión migratoria. Además se aplica a quienes son la mejor cara de la inmigración indocumentada: jóvenes estudiantes, graduados, o en el servicio miliar que se consideran pare de EU. Se previó cerrar los riesgos de que al abrir la puerta a los jóvenes pudieran ser deportados los padres, ya que la información de las solicitudes no podrá ser transferida a los servicios migratorios para deportación.

Decenas de miles de jóvenes indocumentados no se descorazonaron con el fracaso del Dream Act, por el contrario, tomaron decisiones valientes en sus universidades: se destaparon y dijeron a sus compañeros que ellos eran indocumentados con todos los riesgos que eso implicaba, recibieron solidaridad de muchos, fueron construyendo redes, se convirtieron en ejemplo que otros seguían, salieron a las calles y se mostraron como indocumentados. Hay que tener valor para destaparse como indocumentados en un país en el cual han proliferado las leyes antimigrantes en muchos estados y en el que el clima antimigrante indocumentado se ha extendido junto con la crisis económica y la falta de empleo, en el que los grupos xenófobos antimigrantes impulsan crímenes de odio.

El presidente Obama prometió en su campaña anterior impulsar una reforma migratoria, lo que nunca sucedió, por no contar ni haber construido la mayoría necesaria para llevar adelante dicha reforma. El decreto de Obama abrió un camino, es un primer paso en el sentido correcto y puede llevar a la sociedad estadounidense a entender que los jóvenes indocumentados merecen una vía para su legalización. El decreto beneficia a un grupo vulnerable que destaca por su excelente comportamiento y por tener la simpatía no sólo de latinos, sino de muchos compañeros de escuela, trabajo o universidad y sus familias. En 2013 debiera aprobarse el Dream Act. Por ahora el decreto de Obama abona el terreno en esa dirección.

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