Definición presidencial en Estados Unidos
La incertidumbre económica del país ha puesto este tema en el centro de una campaña donde los asuntos internos primarán sobre consideraciones de política extranjera.
21/08/2012
AUNQUE TODAVIA se encuentra pendiente la realización de las convenciones en las que republicanos y demócratas deben nominar oficialmente a sus respectivos candidatos, la carrera presidencial norteamericana parece haber entrado en tierra derecha con la designación del postulante republicano a la vicepresidencia, el representante Paul Ryan. Con el anuncio de su candidatura se eliminó la última interrogante significativa que permanecía abierta, lo que permitirá al Presidente Barack Obama y a su contendor, el ex gobernador Mitt Romney, desplegar sus estrategias y exponer los lineamientos de sus programas ante el público.
En un país que en las últimas elecciones se ha mostrado fuertemente dividido y donde varios de los consensos tradicionales se han roto, la elección presidencial cobra especial importancia. El Presidente Obama lo ha reconocido así al señalar que en noviembre próximo hay cuestiones muy importantes en juego y que las consecuencias de la decisión del electorado se dejarán sentir por largo tiempo. Las diferencias que separan a Romney y Obama son grandes y se reflejan en temas de enorme relevancia, que abarcan desde qué lugar debe ocupar Estados Unidos en el escenario internacional y la forma en que debe comportarse en él, hasta cuál es el rol del Estado y del individuo en el ordenamiento económico.
Desde 2008, el país del Norte atraviesa por una delicada situación económica, a raíz de la crisis financiera desencadenada por el estallido de la burbuja inmobiliaria, de la cual no ha conseguido recuperarse, pese a multimillonarios planes de reactivación impulsados desde la Casa Blanca y los estímulos monetarios por parte de la Reserva Federal. Los altos niveles de desempleo y de déficit han sido la consecuencia más visible de esta crisis. Los problemas económicos, unidos a las inseguridades generadas por la manera en que las fuerzas militares de EEUU abandonaron Irak y se desempeñan hasta ahora en Afganistán, han provocado enormes dudas al interior de ese país. El resultado es una pérdida de confianza en la capacidad de Washington de liderar en un mundo complejo, donde, además, surgen con fuerza otras potencias que plantean un desafío a la hegemonía estadounidense.
La incertidumbre económica que vive Estados Unidos ha puesto este tema en el centro de una campaña donde los asuntos internos priman por sobre las consideraciones de política extranjera. Prueba de ello es la designación de Ryan como compañero de fórmula de Romney. El representante por un distrito de Wisconsin cobró notoriedad nacional al presentar un osado plan de recuperación económica que incluye profundas reformas tributarias y al sistema previsional y de salud público, con el propósito de reducir el déficit fiscal a través de la entrega de espacios a la iniciativa privada. El hecho de que Romney lo haya escogido da cuenta de la centralidad que ha adquirido el tema económico en la carrera por la Casa Blanca, y marca un contraste fuerte con un Obama que pone el acento en un rol más activista del Estado en la economía.
Como siempre ocurre, en la campaña presidencial norteamericana de este año también jugarán un rol clave las personalidades de los candidatos. Aunque con menor intensidad que en 2008, Obama conserva una cuota importante de su atractivo personal, cuestión que un Romney menos empático deberá tratar de contrarrestar con propuestas que resulten interesantes para el electorado.
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