Edited by Gillian Palmer
Editorial: Y ahora, los demócratas
Por: EDITORIAL | 7:13 p.m. | 03 de Septiembre del 2012
El regular desempeño de la economía puede ser el talón de Aquiles de Barack Obama, quien, de nuevo, apelará a su carisma y a políticas de inmigración menos restrictivas.
En política, lo malo de las ilusiones y las palabras bonitas es que chocan tarde o temprano con la dura realidad y entonces hay que volver a edificar desde abajo lo que se había construido desde arriba.
Tal ha sido el reto de Barack Obama en la campaña que podría llevarlo en noviembre a un segundo período presidencial… o expulsarlo de la Casa Blanca. Hace cuatro años, el tono de una nueva era, las ideas igualitarias y las maneras amables de Obama lo convirtieron en el primer presidente negro de Estados Unidos. Su lucha, ahora, consiste en convencer a los electores de que las promesas no cumplidas podrán realizarse en un nuevo mandato.
Parte clave en esta tarea se confía a la convención nacional del Partido Demócrata, que se realiza esta semana en Carolina del Norte, provincia blindada del obamismo. Apenas terminada la pintoresca convención de los republicanos, llega el turno a sus rivales.
Las encuestas siguen hablando de un empate virtual entre Mitt Romney, candidato oficial conservador, y el actual presidente. Los asesores demócratas aspiran a que el 6 de septiembre, cuando se cierre la fiesta de su partido, la campaña haya recibido un nuevo impulso que le permita distanciarse hasta el final de sus contrincantes.
La convención republicana bendijo la dupla de un hombre de negocios mormón y un derechista católico (Paul Ryan), pero no acabó de explicar quién es el contradictorio Romney, ni cómo va a remendar sus carencias en política internacional. En un momento dado, se buscó un vicepresidente experto en el mapamundi, pero la opción fue un jurista versado en presupuestos.
En este punto tiene Obama su primera ventaja sobre Romney. El presidente ha vivido el mundo (su padre es keniano, su padrastro es indonesio y él mismo nació en Hawái, Oceanía); muestra dominio importante de los asuntos internacionales y la valiosa experiencia que dan cuatro años en la Casa Blanca. También goza de mayoritario apoyo entre negros y latinos y se beneficia con el impulso espiritual que significó la elección de un descendiente de esclavos en el país que hasta hace unos años separaba a negros y blancos en los buses y los baños.
La realidad económica, sin embargo, no le es propicia, y esta debilidad la conocen y la explotan los conservadores, como se vio en su convención.Si bien en el periodo de Obama el producto per cápita subió de 46.915 dólares a 48.247, también subieron la deuda pública (de 10.560 millones a 15.900), el desempleo (de 7,2 por ciento a 8,3 por ciento) y el porcentaje de población por debajo de la línea de pobreza (de 13,2 a 15,1). La economía creció en promedio un 2 por ciento, pese a lo cual hay 1,7 millones de desempleados más.
Su gran proyecto, la sanidad pública universal, es objeto de críticas en los sectores que quieren ver un Estado más pequeño, pero lo agradecen los más desvalidos.
La inmigración es otro campo de batalla. La convención republicana se mostró dura con los extranjeros, entre otras razones porque considera que calentando los sentimientos nacionalistas tiene más votos para ganar que votos para perder. Obama aspira a que una amplia mayoría de los inmigrantes rinda su voto a quien ha permitido que en los últimos cuatro años la tasa de inmigración subiera de 2,98 por mil a 3,62.
La capacidad oratoria de Obama es arma electoral digna de consideración. También el carisma de la primera dama, Michelle Obama. La convención de Carolina será escenario propicio para el impulso final de una campaña demócrata que apelará más a las emociones que a las cifras.
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