Edited by Lydia Dallett
Hoy debiera ganar Obama, pero falta, y lo único seguro es que la economía debiera ser, al igual que hace 4 años, el factor vital, además de un Obama despojado de su aureola casi milagrosa, lo que debiera favorecer su eventual desempeño en un segundo mandato.
Con la designación del congresista Paul Ryan como compañero de Mitt Romney, la campaña presidencial estadounidense entró en tierra derecha, restándole sólo las grandes convenciones partidarias, antes del día decisivo.
La pregunta es si vencerá Obama, con el agregado que los presidentes que no son capaces de lograr su reelección son considerados un símbolo de fracaso en el país del norte, tal como ocurriera con Bush padre y con Carter, de mayor influencia fuera que dentro de EE.UU.
Si la gente acudiera a las urnas hoy, debiera ganar Obama según las encuestas, más confiables que en otros países, incluyendo el nuestro. Sin embargo, queda mucho trecho por recorrer, y como ejemplo está el caso de Kerry, quien a mediados de agosto superaba a George Bush el 2004, para perder en definitiva.
Todo indica que la elección va a ser decidida por el mismo factor que incidió en la llegada de Obama a la Casa Blanca, es decir, la situación económica, lo que sólo podría ser alterado por un hecho tan dramático como Irán. Sin embargo, los temas internacionales han figurado poco en esta campaña, centrándose la atención de los candidatos y de los votantes en la economía.
Es indudable que Obama heredó la crisis, que no la causó, pero una vez en el poder, la responsabilidad de superarla ha pasado a ser suya. En ese sentido EE.UU. está en una mejor situación que Europa, con lo peor ya superado, y con la economía estabilizada. Sin embargo, la gente está insatisfecha, ya que el crecimiento es insuficiente y el desempleo demasiado alto.
Para Obama su presidencia ha sido difícil, ya que no ha podido cumplir casi ninguna de sus promesas de campaña, incluyendo el cierre de Guantánamo. Sólo figura como gran éxito legislativo y judicial la reforma de la salud, aunque probablemente sería derogada, de ganar los republicanos. El gran problema de Obama ha sido la “Obamanía”, es decir, las enormes expectativas que su éxito generó en su país y en el mundo, olvidando que su margen de acción es limitado, por existir instituciones internas en que el poder está distribuido y compartido con un poderoso Congreso, y con gobiernos locales, dado el carácter federal del país. A nivel internacional se agrega, que EE.UU. era y sigue siendo un imperio, con compromisos e intereses que difícilmente puede modificar una persona. Por último, la reacción a su triunfo ha sido el control del congreso y de los republicanos por una fracción de derecha extrema conocida como el “Tea Party”.
El tema económico estuvo detrás de la elección de Paul Ryan como vicepresidente, ya que es su especialidad. Normalmente con la selección del vicepresidente, se busca que el compañero de fórmula aporte los votos que faltan para ganar. En este caso, entre las opciones figuraba la selección de alguien que le acercara al centro, pero la opción fue exactamente la opuesta: reforzar la base conservadora con un militante capaz de motivarlos a acudir a votar.
Detrás de todo está la particularidad del sistema estadounidense, donde más que existir “un” sistema electoral, cada estado tiene el suyo, y donde no se vota directamente por el candidato (generalmente hay más de dos, raramente cubiertos por los medios, dadas sus nulas posibilidades), sino por compromisarios que acuden a un colegio electoral en noviembre, sistema originado en el siglo XlX, dada la inmensidad del país.
En el fondo, en esta elección como en otras, la atención estará centrada en 5 ó 6 estados, cuyo resultado es altamente cambiante, y desde ya Ryan podría aportar el propio de Wisconsin, el que tradicionalmente vota por los demócratas. Es en ese pequeño grupo de estados donde se centra el interés de los analistas y de los candidatos, ya que el sistema electoral norteamericano, normalmente le concede todos los votos del estado a quien gane aunque sea por uno.
Dadas esas características, el sistema no le permite adquirir toda su importancia a las minorías repartidas entre los estados (pasa con el voto negro), y en cambio le concede alta figuración a minorías pequeñas, pero altamente concentradas y que además acuden en gran número a votar, como ocurre con los cubanos en Florida y con los judíos en Nueva York.
La votación va a ser estrecha, y al no ser día feriado, y al no votar generalmente alrededor de la mitad de los votantes potenciales, la motivación para acudir a las urnas (y el acarreo de los más viejos por voluntarios), adquiere gran importancia.
Hoy debiera ganar Obama, pero falta, y lo único seguro es que la economía debiera ser, al igual que hace 4 años, el factor vital, además de un Obama despojado de su aureola casi milagrosa, lo que debiera favorecer su eventual desempeño en un segundo mandato.
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