What Ambassador Stevens Would Have Wanted

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La entrada anterior, “Atrapados en la blasfemia”, intentaba ir más allá del debate sobre la libertad de expresión. Y no porque no sea un debate que no merezca la pena, sino porque es un debate que, por zanjado, no nos conduce a ninguna parte. Está zanjado porque ya lo hemos dicho todo: lo dijimos cuando Rushdie, lo repetimos cuando las caricaturas danesas (véase mi artículo de entonces “Para morirse de la risa”), el asesinato de Van Gogh y lo repetiremos a cada ocasión.

Recomiendo, en ese sentido, el artículo de Aryeh Neier, presidente de Open Society Institute y fundador de Human Rights Watch, “Libertad, Blasfemia y Violencia”, donde explica la diferencia entre, por un lado, “incitación al odio” (hate speech), un delito punible en la mayoría de los países occidentales ya que incita a la discriminación y violencia contra comunidades o individuos y la blasfemia, donde como es el caso estos días, la situación es casi la inversa pues es el que recibe el mensaje, no el que lo emite, el que incita a la rebelión, protesta o violencia. La blasfemia puede ser condenable moralmente, pero no punible legalmente, como es el caso.

Pero este debate es un debate que no lleva a ninguna parte. ¿Por qué? Porque al otro lado no está quien debiera estar. El interlocutor del otro lado tiene otro entendimiento sobre la libertad de expresión, sobre el papel de la religión, sobre Occidente y, especialmente, sobre el poder del gobierno de Estados Unidos. De ahí que Como hemos visto estos días, a lo más que han llegado algunos líderes, como el propio presidente de Egipto, Morsi, es a lamentar la perdida de vidas humanas y a preservar la seguridad de los diplomáticos de EEUU y sus sedes. ¡Faltaría más! Pero también ha descrito el video como “crímenes contra la humanidad, lo que nos deja atónitos.

Por tanto, aunque Hillary Clinton tiene razón cuando dice que el vídeo le disgusta y que comprende que pueda ser ofensivo para mucha gente pero que no puede hacer nada al respecto, primero, porque su gobierno no el autor y, segundo, porque ese video no constituye delito en su país, hay poco que añadir. Pero como muestra esta crisis, tener razón es muy importante, pero a veces es irrelevante a efectos prácticos.

Recomiendo el artículo del canadiense Michael Ignatieff, un icono del pensamiento liberal, bajo el título “Todavía tenemos mucho que aprender de los años de la fatua a Rushdie”, donde reflexiona sobre cómo estos incidentes hacen la convivencia cada vez más difícil, entre países occidentales y musulmanes y peor, aún, dentro de nuestras sociedades, donde la cuerda de la convivencia y el multiculturalismo se tensa de forma insoportable. A un lado, lleva a los laicos a reafirmarse en la incompatibilidad del islam con la democracia y a amenazar con presionar sobre el multiculturalismo (prohibición de velos etc.); al otro, refuerza los sentimientos entre las comunidades musulmanes de que sus creencias no son respetadas y que cuando de su dignidad se trata, no hay ningún tipo de límite a la libertad de expresión.

Es esto también lo que preocupa a Paul Salem, director de la sede en Líbano de la Fundación Carnegie, que reflexiona sobre el impacto que estos incidentes tendrán en la campaña presidencial americana, especialmente si debilitan a Obama y dan paso a una presidencia de Romney, que se verá muy presionado para cambiar el rumbo impuesto por Obama y dar portazo a la puerta que este ha dejado abierta a los gobiernos surgidos de la Primavera Árabe (“Las relaciones de EEUU con el mundo árabe se definirán por la respuesta al ataque”).

Concluyo con un artículo de Jason Pack en Foreign Policy (“Honrando a Chris Stevens”) que contiene un mensaje muy claro. La mejor manera de honrar a Stevens, un brillante diplomático que hablaba árabe desde que de joven se fuera Marruecos de voluntario con el Peace Corps, es redoblar los esfuerzos para construir una Libia democrática. Pese al asalto al Consulado, la imagen de EEUU en Libia es excelente, ambos países están trabajando codo con codo y, para colmo, un libio con pasaporte [corregido] estadounidense ha sido elegido el día 12 como candidato a primer ministro después de las elecciones del 7 de julio, las primeras libres en la historia de Libia que, además, no fueron ganadas por los islamistas. Debatamos, sí, pero también actuemos.

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