Sin lugar a dudas muchos musulmanes se ofendieron por el hecho de saber que alguien en algún lugar hizo una película denigrante del islam y del profeta Mahoma, y muchos de los manifestantes que a lo largo y ancho del mundo islámico han salido a protestar frente a embajadas occidentales lo han hecho motivados por un legítimo sentimiento de ofensa a sus más sagrados iconos.
Como es también evidente que hay grupos con agenda propia interesados en inflamar las pasiones religiosas para avanzar sus intereses. El embajador de Estados Unidos en Libia fue asesinado por un grupo terrorista fuertemente armado, no por indignados.
En países islámicos, especialmente en aquellos donde la Primavera Árabe ha generado una nueva e inestable realidad política, las pasiones religiosas pueden ser fácilmente manipuladas por pescadores de río revuelto, grupos opuestos a los nuevos gobiernos, organizaciones salafíes, islamistas radicales, terroristas y otros.
En Egipto, donde más fuertes han sido las protestas por la película, el flamante presidente Mursi está atrapado entre los extremistas de su propio partido, la Hermandad Musulmana y los salafíes, y la necesidad que tiene su gobierno del apoyo de Estados Unidos para superar la severa crisis económica. De ahí sus declaraciones contradictorias frente a los hechos, tratando de apaciguar a unos y a otros.
En Líbano, el líder de la organización chiita Hezbolá, Hasán Nasralá, el mismo que apoya incondicionalmente al régimen genocida de Al Assad en Siria, salió de su madriguera a incitar protestas contra el video.
Anteriormente, en 2006, unas caricaturas del profeta Mahoma publicadas en un diario danés habían causado masivas y violentas manifestaciones. Lo más notable de estos episodios es la aparente facilidad con que se puede agitar a las masas en países islámicos, de lo que partidos interesados, ya sean islamistas radicales o cristianos extremistas, toman nota, para en cualquier momento, cuando su agenda así lo requiera, crear un video, caricaturas, libros o cualquier expresión ofensiva y utilizarla como chispa para encender pasiones, sacar gente a la calle y enfilarla contra cualquier objetivo, embajadas occidentales, sedes de gobierno u otras.
Frente a provocaciones como las caricaturas o el video de marras, la sociedad occidental y sus gobiernos enfrentan el dilema de hasta dónde defender la sacrosanta libertad de expresión, pues ésta no exime de responsabilidades. Estados Unidos, en cabeza de su presidente, que se ha puesto del lado de las nuevas democracias árabes y está aportando significativa ayuda económica, aparece vulnerable frente a los recientes acontecimientos y requiere de una urgente operación diplomática y política para evitar que el daño sea mayor, mientras que las voces de la gran mayoría de musulmanes moderados son acalladas por las facciones radicales.
Contrastan, eso sí, las apasionadas protestas contra el video con la pasividad en buena parte del mundo islámico frente al genocidio que comete el régimen sirio, apoyado por la teocracia iraní, contra su población musulmana.
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