A Clash of Culture and Religions

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Choque de culturas y de eras

Editorial | 24/09/2012

La inocencia de los musulmanes es un filme de bajo presupuesto realizado en Norteamérica del que sólo se ha visto un tráiler en internet de duración breve, pero suficiente para soliviantar a parte del mundo islámico. En él se presenta a una familia de coptos egipcios atacados por radicales islamistas, ante la pasividad policial. Se ve a Mahoma manteniendo relaciones con su esposa y otras mujeres. Y se describe el islam como una religión de odio.

La difusión de estas imágenes ha propiciado un brote de violencia en el mundo islámico de consecuencias mortales. La legación diplomática de Estados Unidos en Bengasi fue asaltada hace semana y media, en una acción en la que fallecieron el embajador norteamericano y otros tres funcionarios. Los muertos en las protestas registradas en el norte de África, Oriente Medio o Asia Central se cuentan ya por decenas. Las embajadas occidentales están bajo estrecha vigilancia.

En este sentido, la publicación en el semanario satírico francés Charlie Hebdo de viñetas en las que se describía gráficamente a Mahoma -algo que presuntamente prohíbe el islam- ha echado más leña al fuego. A raíz de ello, el Gobierno francés creyó conveniente cerrar embajadas, colegios y centros culturales en veinte países árabes, para evitar que fueran objeto de ataques indiscriminados. La historia se repite. En 1989, el novelista inglés de origen indio Salman Rushdie fue condenado a muerte por el líder iraní Jomeini, después de que su novela Los versos satánicos fuera considerada blasfema. En el 2005, la publicación de unos dibujos de Mahoma en el diario danés Jyllands-Posten desató otra ola de protestas en varios países islámicos…

En el trasfondo de estas protestas laten algún malentendido y, sobre todo, un choque de culturas y eras. Muchos extremistas islámicos son incapaces de distinguir entre la iniciativa de un particular y el país en que dicha iniciativa se produce y se sienten cargados de razones para vengarse atacando intereses nacionales. Ese sería el malentendido, alimentado por el sentimiento antiamericano extendido en naciones con pasado colonial, donde el discurso de hace tres años del presidente Obama en El Cairo, en el que anunció una nueva era de relaciones entre EE.UU. y el islam, ha sido desoído. Pero el quid de la cuestión está en el choque cultural entre los países occidentales en los que la libertad de expresión se tiene por un derecho irrenunciable y los estados de fuerte componente teocrático.

A priori, el conflicto es de mala solución: difícilmente pueden entenderse estados laicos que, como el francés, acabaron con su antiguo régimen hace ya siglos, para empezar a construir sociedades plurales y democráticas, con otros en los que se mezclan los intereses religiosos con los políticos. Y, sin embargo, tanto el aumento de los flujos migratorios como el progreso de las comunicaciones electrónicas que sustentan el mundo globalizado, con fronteras menguantes, invitan a buscar vías de entendimiento para la convivencia. Por ello procede aplaudir las palabras conciliadoras del presidente francés, François Hollande, que el pasado viernes rechazó el discurso excluyente de la extremista Le Pen. Es cierto que la historia de la relación entre Oriente y Occidente está plagada, desde las cruzadas y aún antes, de desencuentros. Y también que los extremismos progresan. Pero no lo es menos que, en el siglo XXI, y sin renunciar a ninguno de los derechos alcanzados, urge buscar soluciones a este conflicto.

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