Roadmap

<--

Hoja de ruta. Me encanta esta expresión, que es uno de los productos más acabados (por no decir trillados) de la diplomacia occidental. Cuando la escucho no puedo evitar que la parte más cínica y descreída de mí se dispare insolente: ¿Hoja de Ruta al infierno?. ¿Hoja de Ruta al fracaso? ¿Hoja de Ruta al abismo?.

Cuando la escuché por primera vez, en junio del 2002, el entonces presidente, George W. Bush la usó como conjuro mágico, para tratar de relanzar las negociaciones de paz entre árabes e israelíes bajo la fórmula de los “dos Estados” conviviendo, soberana y pacíficamente, uno al lado del otro.

Hoy sabemos lo que pasó. La tan manoseada Hoja de Ruta se convirtió en un descenso a los infiernos, con un largo rosario de ocupaciones, asesinatos y conspiraciones silenciadas. Un genocidio en cámara lenta destruyendo los sueños y aspiraciones de paz traicionados por quienes, desde el principio, trazaron su propio plan de guerra de baja intensidad. Uno que emboscaron de forma magistral entre las líneas ocultas de su propia Hoja de Ruta.

Cuando volví a escuchar ésta expresión, al término de la IV Reunión de Alto Nivel de la Iniciativa Mérida que se celebró esta semana en esta ciudad, tengo que reconocer que, al menos por un momento, una parte de mí se dejó encandilar y llevar por esa ilusión de orden y paz que se embosca tras esa promesa de estabilidad, legalidad, transparencia y justicia que siempre promete una Hoja de Ruta.

Comprobé la facilidad con la que, en medio de mi desesperanza y frustración, bajé la guardia y me dejé vencer por esa tendencia a dejarnos arrastrar por las promesas y los planes de quienes han vivido del negocio profesional de la política desde que el mundo es mundo.

Por suerte, mi muy bien entrenada capacidad de descreimiento, no tardó mucho en recuperarme para esas filas del cinismo y desencanto de las que hoy formamos parte millones hacia ambos lados de la frontera, tras una guerra que se ha construido sobre las bases de un discurso mendaz y un saldo de más de 70 mil muertos.

El gran Grouxo March solía decir que “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.

Tengo que confesar que, tras el IV encuentro del Grupo de Alto Nivel de la Iniciativa Mérida celebrado en esta ciudad, no pude evitar pensar en el diagnóstico y en el remedio equivocado que hasta ahora nos ha arrastrado en ésta guerra caótica y sanguinolenta contra los carteles de la droga.

Desde el gobierno de México se nos ha dicho que “no había otra opción” que la de enfrentar a los carteles o entregarles las llaves de la nación. Desde Estados Unidos se nos ha explicado que, para curar al país de éste mal atroz, no hay más remedio de suministrar la amarga dosis de la contrainsurgencia, la penetración en México de sus servicios de información e inteligencia, la creación de “centros de fusión” para coordinar esa información hacia ambos lados de la frontera y, finalmente, la supeditación de gran parte la estrategia al análisis elaborado desde el Pentágono.

“Hemos acordado hacer un recuento de los avances y al mismo tiempo trazar una hoja de ruta para el futuro gobierno a manera de recomendación para el próximo gobierno de México”, dijo una esperanzada Patricia Espinosa, la canciller mexicana que encabezó al gabinete de seguridad de Felipe Calderón en su último encuentro con el gabinete de seguridad nacional de Barack Obama.

Si la Hoja de Ruta es asumida como propia por el gobierno entrante de Enrique Peña Nieto, eso sólo lo sabremos en su primer año de mandato. Por el momento, hay varios elementos de análisis a tener en cuenta, para saber hasta qué punto es posible vaticinar el éxito de esa Hoja de Ruta que, tanto Barack Obama como Felipe Calderón, han anexado por adelantado a la agenda de gobierno de Peña Nieto:

1.– Desde el equipo de Peña Nieto hay quienes se oponen a la continuidad de la estrategia de seguridad sin cambios. De hecho hay quienes ponen en duda la continuidad de la Iniciativa Mérida.

2.– La seguridad nacional de Estados Unidos es hoy la de México. Por tanto, será muy difícil pensar en la demolición del edificio de la cooperación (militar, de inteligencia, reforma de instituciones) erigido durante los 6 años de Felipe Calderón y los cuatro de Barack Obama. La continuidad de la estrategia, en éste sentido, es inevitable, pero también negociable y ese es el terreno en el que se moverá el gobierno entrante de México.

3.– Cuando Felipe Calderón llegó a la presidencia, desde Washington no pocos dudaron del espíritu de cooperación de un presidente que era presentado como de vena “mucho más nacionalista” que la de Vicente Fox. Seis años más tarde, estos temores fueron desmentidos por la realidad.

4.– Nunca como hoy, la disputa por el poder en el seno de las fuerzas armadas de México (contaminadas por el poder de corrupción de los carteles de la droga) amenaza el proceso de transición en el ámbito de la cooperación hacia ambos lados de la frontera. Las delaciones, la sórdida confrontación entre la cúpula militar y las filtraciones al más alto nivel para presentar al presidente Calderón como un “colaboracionista” o un “entreguista”, son de los factores más preocupantes.

About this publication