Romney Takes a Step

Edited by Kathleen Weinberger

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Romney da un paso

En el primero de los tres debates televisados el líder republicano gana por puntos a Obama.

Jugaba supuestamente fuera de casa, pero la opinión es prácticamente unánime: el republicano Mitt Romney derrotó con claridad al presidente en ejercicio, el demócrata Barack Obama, en el primero de los tres debates televisados de la carrera a la Casa Blanca, que se decidirá el próximo 6 de noviembre. Romney, a la ofensiva después de sus recientes errores, partía como el menos favorito de los dos rivales, pero salió de Denver con una imagen mucho más propicia.

Habría que establecer qué significa ganar un debate en unas elecciones norteamericanas: ¿hay que hablar mejor?, ¿presentar propuestas de gobierno claras y convincentes?, ¿o basta con desempeñarse bien en el lenguaje corporal y proyectar una imagen dinámica? Baste recordar que John F. Kennedy, al decir de muchos, ganó el primer debate televisado de la historia en EE UU a Richard Nixon porque el republicano mostraba un rostro mal afeitado y una frente sudorosa.

Cabe poca duda, en todo caso, de que Romney preparó mejor el encuentro que su rival; que logró dominar el centro del campo; que se mostró moderado y atractivo allí donde el presidente pareció fatigado y confuso, en ocasiones incluso ausente. Las cifras y los planes de crecimiento económico y de creación de empleo conforman el terreno en el que Romney tiene alguna posibilidad de victoria.

Si examinamos el debate en cuanto a contenidos, ninguno de los contendientes desarmó por completo al otro. Romney subrayó acertadamente las dificultades en que se debatía la economía. Y Obama simplemente se defendió, pero sin pasión, sin llegar de verdad al electorado como cuando hace cuatro años entonaba el sí, podemos. Quedan, en todo caso, otros dos debates, en los que el cuartel de Obama puede contar con que cuando se hable del papel de EE UU en el mundo su rival haga la figura de párvulo ante el profesor y que el presidente recupere la pegada y movilice a su electorado.

Habitualmente, los debates cambian poco el sentido del voto en las elecciones norteamericanas. Lo más positivo de tan civilizada liturgia cuatrienal es que se haya celebrado, que lo haya seguido un volumen apreciable de espectadores y que estos crean que conocen algo mejor a los candidatos. En el caso de Romney, su baza es que abrió la posibilidad de que los votantes le miren con ojos distintos a los de los últimos meses.

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