Obama and Romney Enter Last Lap

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AHORA sí: la campaña ante las presidenciales del 6 de noviembre en Estados Unidos entra en su recta final. En la madrugada de ayer, martes, se celebró el tercer y último debate entre el presidente Barack Obama, demócrata, y Mitt Romney, candidato republicano. Si en el primero de estos encuentros triunfó Romney, ante un Obama sorprendentemente apático, y en el segundo Obama salió al ataque y se impuso a su rival, en el tercero la balanza se inclinó ligeramente del lado de Obama. Romney no cometió errores de bulto, pero el presidente llevó la iniciativa. Para despejar unos pronósticos muy equilibrados, todo dependerá ya del frenético ritmo de mítines y anuncios de los próximos quince días.

El debate de ayer estaba centrado en la política exterior. Romney suele sentirse más cómodo hablando de política económica, según pudo confirmarse de nuevo. En asuntos como la primavera árabe -que motivó un ataque inicial de Romney-, Irán o Israel, ambos candidatos expresaron alguna divergencia; aunque el tema del asalto al consulado norteamericano de Benghazi, que Romney usó con poco tacto y menos fortuna en el segundo debate, casi desapareció ayer. Pero en general fueron más los ámbitos en los que mostraron acuerdo, desde la conveniencia de completar la retirada de tropas norteamericanas de Iraq en el 2014 hasta la inconveniencia de enviar fuerzas a Siria. Lo cual pudo sugerir a la audiencia, por pasiva, que Romney carece de un programa de política exterior alternativo al de Obama, lo que no invitaría precisamente a considerar la necesidad de un relevo en la Casa Blanca.

Obama exhibió en todo momento confianza, e hizo buen uso de la experiencia acumulada durante su mandato presidencial. Trajo a colación la muerte de Bin Laden, sin duda un éxito central de su gestión. No perdió ocasión para ironizar sobre algunos comentarios de Romney. Y el hecho de que uno de los resúmenes de la estrategia del republicano resultara particularmente vago -“es muy clara: perseguir a los malos”- no favoreció a Romney. Por no hablar de que Obama aprovechó ciertas afirmaciones del republicano para recordarle que eran distintas de las que mantenía hace poco, sembrando dudas sobre su coherencia.

Como apuntábamos más arriba, Romney se mueve mejor en el campo de batalla dialéctico de la economía. Por ello, insistió en que iba a crear doce millones de puestos de trabajo, y añadió que una buena política exterior depende directamente de la buena gestión económica del país. Si se crea riqueza, se podrá actuar con contundencia allí donde se estime más adecuado, vino a afirmar. En cambio, si no se crea esa riqueza, la defensa de la seguridad y los intereses nacionales se quedará coja… Al término del debate, las encuestas de urgencia encargadas por varias cadenas televisivas coincidían en discretas mayorías que apuntaban a Obama como triunfador de la noche.

Mención aparte merecen, por último, dos significativas ausencias en el temario del debate. La prisión de Guantánamo, que Obama prometió cerrar y sigue abierta. Y Europa, casi inexistente para los dos contendientes. Hubo menciones fugaces a algún país del Viejo Continente, sí, pero en una sesión en la que se citaron no menos de cuarenta naciones, la presencia de Europa fue testimonial, por no decir irrelevante. He aquí un motivo de reflexión para ambos candidatos. Y, por supuesto, para los mandatarios europeos.

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