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Posted on November 5, 2012.
El actor Ben Affleck es mucho más que el protagonista de películas comerciales e irregulares como Armageddon, Pearl Harbor o Daredevil. Temprano en su carrera ganó un premio Óscar -compartido con Matt Damon- al mejor guion original por En busca del destino (Good Will Hunting, 1997) y una década más tarde empezaría, además, una labor como director con Desapareció una noche (Gone Baby Gone), seguida después por Atracción peligrosa (The Town) y ahora refrendada con Argo (2012). El director Affleck no es una promesa: es una afortunada realidad. Sus dos primeras películas mostraron una solidez narrativa clásica y una fuerza dramática que no se compadecían con la trayectoria de un novato. Ahora con Argo nos presenta una de las mejores y más importantes películas estrenadas este año.
Como casi siempre, las historias más interesantes -también las más truculentas- surgen de la vida real. En este caso se trató del rescate de seis miembros de la embajada de los Estados Unidos en Teherán que salieron de la sede diplomática el día que fue tomada por un gran número de seguidores de la revolución iraní que exigían que EE. UU. repatriara al sha, exiliado en ese país. Estas seis personas se refugiaron en la casa del embajador canadiense y debieron ser rescatadas por una operación conjunta de la CIA y el gobierno de Canadá, llevada a cabo en enero de 1980. Los detalles del asombroso y, literalmente, cinematográfico rescate fueron revelados por la revista Wired en un artículo publicado por Joshuah Bearman en el 2007 y que sirvió como base al guion de esta película, elaborado por el neoyorquino Chris Terrio.
El cine dentro del cine es uno de los subgéneros más amados por los cinéfilos, y Argo pertenece a ese selecto grupo de filmes. La película se sirve de elementos representativos de Hollywood -espectacularidad, reproducción a gran escala de eventos históricos, capacidad de generar suspenso- para contarnos cómo la propia industria del cine se puso al servicio de los intereses de la CIA para diseñar una fachada útil a sus fines. En eso se asemeja a Cortina de humo (Wag the Dog, 1997), la satírica película de Barry Levinson en la que un productor de cine es contratado por el gobierno para “inventar”, con medios cinematográficos, una distractora guerra.
Tensa, cómica por momentos (gracias a unos veteranos como Alan Arkin y John Goodman) y siempre interesante, Argo nos recuerda la capacidad de la ficción fílmica para dar vida a otros mundos y para ponernos a salvo.
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