Much at Stake

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La suerte del planeta no estará en juego en las elecciones del martes 6 de noviembre en Estados Unidos. No por ello, sin embargo, los resultados del certamen dejarán de incidir de una u otra forma en el curso de los acontecimientos. Estados Unidos, pese al poderío de China y Rusia, así como a la irrupción de una América Latina cada vez menos dependiente de su mercado, se ha afianzado como líder mundial.

Ninguna gran crisis, ni siquiera la que ahora mismo recorre a Europa, puede resolverse sin la intervención directa de Washington. Aunque es obvio que los comicios carecen del interés que, por una serie de factores, marcaron los de 2008. No existe, por de pronto, la tensión que había generado la guerra preventiva contra el terrorismo pretextada por el entonces presidente George W Bush para ocupar y derrocar a los gobernantes de Irak y Afganistán. Pero tampoco un candidato con tantos atractivos en ese entonces como el actual presidente en procura de la reelección, Barack Obama. Además de la posibilidad de convertirse en el primer gobernante afroamericano, Obama encarnaba la antítesis de su antecesor en el cargo. Prometía repatriar los soldados, cerrar infamias como la cárcel de Guantánamo, enjuiciar a los responsables de la crisis hipotecaria, reformas financieras, en sanidad e inmigración y rescatar la economía. Ninguno de esos factores están en juego ni tampoco su rival republicano, Mitt Romney, carga con el lastre de una gestión tan nefasta como la de Bush. Aunque Obama y Romney coincidan incluso en varios aspectos son muchos los intereses que hay en juego en los comicios. Antes se decía que en las elecciones de Estados Unidos no importaba quién ganara, pues los gobernantes no eran más que títeres del Pentágono. Pero después de la Guerra Fría el escenario ha dejado de ser el mismo y es mucha el agua que ha corrido. Un triunfo de Obama, cuyo carisma y autenticidad lo convierten en predilecto de la comunidad internacional, no tiene la misma significación que uno de Romney.

Las maquinarias demócrata y republicana podrán tener muchas coincidencias, pero también difieren sobre la política exterior de Estados Unidos y en cuestiones sociales. Aunque a la hora de la verdad la preservación y consolidación del sistema político, económico y social es lo que predomina en ambas estructura. Sin importar fortuna, color ni jerarquía ningún mortal está por encima de un sistema que ha sido la base de su desarrollo, poderío y del “sueño americano” como estímulo al trabajo para crear de riquezas. Que Obama ni Romney no planteen una revolución ni haya mayores razones para ilusionarse con los resultados no significa que las elecciones de Estados Unidos sean un acontecimiento pasajero. De ningún modo.

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