Cuando dos contrincantes no tratan un asunto que puede tumbar al rival es porque con ello tienen mucho que perder y poco que ganar. Y aquí, Obama y Romney (O&R) se mueven a partir de un pacto tácito de silenciar algunas importantes cuestiones nacionales y mundiales.
Ni el huracán Sandy, por ejemplo, consiguió que O&R abordasen el calentamiento global —generado por la acción humana—, que intensifica el efecto de los desastres naturales. En el caso de Sandy lo hizo hasta en un 10%. Según el Pentágono el riesgo de cambio climático, a largo plazo, es mayor para la seguridad de EEUU que el terrorismo. También lo advirtió en su “verdad incómoda”, un tal Al Gore, otro inmerecido premio Nobel de la Paz, el mismo que tras bombardear —con Bill Clinton—, Yugoslavia, Albania, Sudán, Afganistán, Irak, Haití, Zaire, y Liberia, y causar miles de muertes y daños irreparables al medioambiente, intentó robar la bandera al movimiento verde. Aún así, demócratas y republicanos se negaron a firmar el Protocolo de Kioto.
Sandy, a su paso, golpeó varias centrales nucleares. Y aquí es donde surge el segundo tema. Aún creyendo que la tecnología es capaz de garantizar la seguridad de estos demonios gestantes de apocalipsis, ¿quién nos salva de la crónica negligencia de nuestros gobernantes? El desastre de Fukushima fue responsabilidad “del ser humano” y no de la naturaleza. O&R no han presentado ningún plan alternativo a esta peligrosa fuente de energía.
Tercer tema: ¿Lanzará EEUU más guerras? Las dos caras de un mismo establishment americano se disputan la toga imperial con un “yo soy más belicista que tú”. Obama ha llegado a amenazar a Irán incluso con un ataque nuclear, ha bombardeado Pakistán, Afganistán, Yemen, Somalia y Libia, y con astucia llama “terroristas” a lo que Bush bautizó como “daños colaterales”: miles de civiles asesinados. ¡Qué bancarrota moral! Sólo en Pakistán, entre 2004 y 2011, los drones mataron a cerca de 3500 civiles en funerales y bodas, escuelas y hospitales. Naves que además están siendo utilizadas en el propio EEUU para recoger datos de quienes se manifiestan contra el poder.
Romney no mencionó el hecho de que Obama arme a los Al Qaedistas en Libia y Siria, ni que traicione su promesa de reconocer un Estado palestino.
El cuarto: La responsabilidad de los grandes financieros en el desastre económico. La crisis ahoga a 11 millones de familias con hipoteca, y ha convertido a miles de desahuciados en homeless. Según la campaña “Moratoria YA” hay 7.5 millones de casas vacías: ¡24 por cada sin hogar!
El quinto: La pobreza que azota a 45 millones de ciudadanos. Toda una industria creada por el sistema de “sálvese quien pueda“ en un mercado-jungla. Los niños han sustituido a los ancianos en la base de la pirámide de la pobreza: el 27% del total de los pequeños —¡el futuro de la nación!—, y siempre los negros más que otros. Gentes ajenas a gastos inútiles como los 6.000. millones de dólares que se deja al mes en la ocupación de Afganistán.
El sexto: La discriminación racial. Obama no es más que la cara opaca de un poder blanco-cristiano. El que anunció con trompeta la entrada a la era posracial, pronto tuvo que tragarse el sapo, pidiendo disculpas a un policía blanco al que había criticado por agredir a un profesor negro (La fragilidad de un presidente negro). Los afros siguen siendo el sector más discriminado de la población: su renta familiar es siete veces menor que la de los blancos, la tasa de mortalidad de sus bebés casi les dobla, y sólo componen el 8% de los espectadores de la NBA cuyos equipos están conformados en su 90% por negros.
El séptimo: La población carcelaria. EEUU gasta 80 mil millones de dólares al año para mantener a 2.3 millones de seres humanos —la mayoría, negros—, en jaulas, un récord mundial en la materia. Muchos, no pueden pagar la fianza de 1000 dólares o menos para salir. Racismo y pobreza. De piel negra lo son también el 77% de los condenados a cadena perpetua sin libertad condicional. Entre éstos que saben dónde van a morir, está desde 1992 Jacqueline Montanez, mujer negra de 36 años que cometió un crimen cuando tenía 15 años. El cómo una niña llega a hacer tal barbarie, les tiene sin cuidado. Detrás de los barrotes pierden su vida otros 300.000 latinos “sin papeles”, a pesar de no ser peligrosos, ni haber riesgo de fuga.
El octavo: Pena de muerte. EEUU sigue usando este macabro terrorismo de Estado, a pesar de comprobar que desde 1976, unos 130 inocentes han estado en el corredor de la muerte. ¡Por eso Julian Assange teme ser entregado a éste país! A pesar de la disminución de las ejecuciones en un 60% desde el 2000, alrededor de 3.300 hombres y mujeres esperan la muerte o un milagro. Los negros son los más castigados, y eso que las victimas y los asesinos suelen ser de la misma raza. Troy Davis, negro acusado de matar a un blanco, fue ejecutado en 2011, insistiendo en su inocencia. Hoy, el alto coste de estas condenas —90.000 dólares cada proceso— es un argumento más a favor de abolir esta cruel e inútil pena.
El noveno: La violencia contra la mujer. El año pasado 4.8 millones de mujeres fueron víctimas de violación y malostratos. Unas 4.000 murieron. El arraigado sistema patriarcal, el concepto tradicional de familia y de los roles del hombre y la mujer —respaldados por la actitud de ambos candidatos y sus esposas—, son responsables de este mal.
El rosario de temas tabús incluyen la asistencia sanitaria universal, el cómo rescatar una economía en quiebra de facto, o la obscena influencia del dinero en las elecciones.
¿Qué se puede esperar de unos candidatos sentados en la cúpula de la burguesía, vinculados con la globalización de un capitalismo depredador y militarista, carentes del coraje, del sentido de empatía con los que sufren y de una visión real sobre el mundo en el que viven?
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