Mitt Romney, el retador a la Casa Blanca, se burló de los desvelos ambientales del Presidente Barack Obama. Al aceptar su nominación de la candidatura republicana, en la convención realizada en Florida, dijo: “El Presidente Obama prometió que disminuiría la subida del nivel de los océanos”, luego dejó una calculada pausa que fue respondida por risotadas de la audiencia. Acto seguido, como quien dice volvamos los pies a la tierra y dejemos las excentricidades, remachó: “Mis promesas son ayudarlos a ustedes y a vuestras familias”. Al parecer Romney no consideró el cambio climático como un problema que afecta a las personas y sus familias.
Hoy decenas de millones de estadounidenses sufren las consecuencias de la peor tormenta que ha golpeado una amplia zona de la costa atlántica. Además de la cuarentena de muertos, una primera estimación cifra las pérdidas en más de 20 mil millones de dólares.
¿Fue el huracán Sandy el resultado del calentamiento global? Desde un punto de vista científico es complejo atribuir con precisión la causa de cada evento climático. Fue una tormenta en que coincidieron 3 factores: un gran huracán con una enorme descarga pluvial, fuertes vientos que empujaron la marea y una luna llena que las ayudó a subir aún más. Sandy, sin embargo, no salió de la nada y se inscribe en una clara tendencia y calza con los pronósticos de los climatólogos.
La velocidad promedio de los huracanes ha aumentado en 50% en el último medio siglo. Dos de los peores experimentados en el hemisferio Occidental son el Mitch, en Centroamérica, que en 1998 que dejó doce mil muertos, y Katrina, que en 2005 se abatió sobre Estados Unidos devastando Nueva Orleans y alcanzó vientos de hasta 225 kilómetros por hora. Fue el tercero más intenso desde que en 1851 se lleva un registro.
Se vaticina que en Estados Unidos un aumento del 5 al 10% en la velocidad del viento de los huracanes —velocidad que guarda relación con el incremento en la temperatura del mar— doblará el coste de los siniestros sufridos por el país. Los países de Centroamérica y el Caribe han pagado costos humanos y materiales exorbitantes sobre todo cuando los vientos superan los 120 kilómetros por hora.
La causa de esta tendencia al calentamiento global está en los gases de efecto invernadero, en especial del dióxido de carbono (CO2), que en su mayor parte proviene de las quema de petróleo y carbón. Rara vez se menciona que el deterioro es un derivado de un modelo económico basado en una expansión de un consumismo que no es sustentable.
Por ello en nuestros días es erróneo presentar a los huracanes, inundaciones y sequías como meras desgracias naturales. En cierto sentido lo son, pero la evidencia indica que se agravan producto de los cambios ocasionados por el calentamiento global. Junto con constituir fenómenos naturales es la resultante de políticas, que como en Estados Unidos, están influidas por las grandes empresas petroleras, petroquímicas, automotrices junto a sus pares de otros países. Los grupos de interés causantes de las mayores emisiones intentan preservar sus lucrativos negocios. Para ello despliegan grandes campañas para impedir políticas de protección ambiental. Ello, sin embargo, choca de plano contra los intereses de la abrumadora mayoría de la población que sufre las consecuencias de los cambios.
Sandy debería llevarse, de una vez por toda, la sonrisa irónica de Romney y otros que subestiman el impacto del calentamiento global. Quienes quieran conocer una hoja de ruta certera hacia dónde camina el planeta, harían bien en leer, si aún no lo han hecho, el Informe Stern sobre el costo económico del cambio climático. El británico Lord Stern señala que: “El cambio climático representa un reto único para la economía, pudiendo afirmarse que es el mayor y más generalizado fracaso del mercado jamás visto en el mundo”. Con ello quiere decir que los estados son los primeros responsables de corregir el rumbo y cuidar la tierra y su atmósfera.
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