Mitt Romney lleva 23 puntos de ventaja a Barack Obama entre los blancos. Obama lleva a su rival 90 puntos de ventaja entre los afroamericanos; 50 entre los inmigrantes de América Latina; y 9 entre los asiáticos. En 2008, el actual presidente consiguió el 44% del voto de los blancos. En éstas, las encuestas apuntan a que apenas alcanzará el 37%.
Así pues, aunque Obama tenga la etiqueta de presidente post-racial, la realidad es la contrario. En líneas generales, los blancos votan a Romney y las minorías (asiáticos, afroamericanos y latinoamericanos) a Obama. De hecho, éstas son las elecciones con mayor polarización racial en Estados Unidos desde 1988, cuando el republicano George Bush padre derrotó al demócrata Michael Dukakis. En aquella ocasión, Dukakis tenía el apoyo de las minorías.
La gran diferencia es que las minorías son ahora más. En 2010, el 69,1% de los estadounidenses eran blancos. En 2012, esa proporción había descendido al 63,7%. Y en 2050 los blancos dejarán de ser mayoría en EEUU. Eso implica que los republicanos tienen un grave problema: su electorado está camino de ser minoritario.
En estas elecciones, de hecho, la gran cuestión para el Partido Republicano es cómo conseguir incoporar a las minorías. Un ejemplo: un tercio de la población de Texas es de origen hispano. Hasta ahora, ese grupo apenas ha votado. Pero, si sigue la misma dinámica que en California, incrementará gradualmente su participación y se orientará hacia los demócratas. Si Texas llega a convertirse en un Estado que los republicanos no tengan garantizada la victoria en unas elecciones presidenciales, ese partido verá gravemente amenazada su base de poder.
Más allá de estas consideraciones, sin embargo, el voto racial implica que las divisiones étnicas siguen siendo un factor determinante a la hora de elegir a quién se vota en Estados Unidos.
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