LA MASACRE de estudiantes que se registró ayer en la ciudad de Newtown, Estados Unidos, constituye otro ejemplo de la devastadora serie de ataques de este estilo que sacude periódicamente a ese país. Esta vez el horror cobra especial fuerza, por la cantidad de víctimas asesinadas y debido a que la enorme mayoría de ellas son niños de escasa edad, entre cinco y 10 años, alcanzados por las balas de un individuo que ingresó a la escuela elemental Sandy Hook en la mañana de ayer, mientras los alumnos se encontraban en clases.
Es llamativa y preocupante la frecuencia lamentable con que se produce este tipo de episodios en Estados Unidos. El tiroteo de ayer obliga a recordar otros similares, como los que tuvieron lugar en la escuela secundaria de Columbine (1999) y en la universidad Virginia Tech (2007). Sólo hace unos días, un hombre abrió fuego en un centro comercial de Oregon, asesinando a dos personas e hiriendo a otra antes de quitarse la vida. Existen quienes vinculan estas masacres a la facilidad con que es posible adquirir armas dotadas de alto poder de fuego en Estados Unidos, señalando que ello pone a disposición de los asesinos armamento sumamente letal. Sin embargo, es importante recalcar también que otras sociedades donde la legislación sobre el control de armas es mucho más restrictiva también han sufrido matanzas similares, como ocurrió en 2011 en Noruega, donde un individuo asesinó a 77 personas -la mayoría de ellas jóvenes- en reivindicación de sus postulados xenofóbicos.
Esto sugiere una causa más profunda para explicar la ocurrencia de estos ataques, la cual podría estar relacionada con el desarrollo en algunas sociedades y entornos de personalidades aparentemente normales, pero profundamente dañadas, que exteriorizan un agudo resentimiento de manera violenta.
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