Adiós a las armas
La tragedia de Newtown, Estados Unidos, en la que un joven silencioso e introvertido tomó unas armas de las que guardaba su madre, una aficionada a la práctica de tiro, disparó contra ella, después se dirigió a una escuela, asesinó a 20 niños y a 6 adultos y, finalmente, se mató él, no es una tragedia más, similar a las que cada tanto suceden en ese país donde cualquiera puede tener un arma.
Esta vez, esa masacre de niños que estremeció al país llevó al conmovido presidente Obama a plantear la necesidad de hacer un debate serio sobre su control. Por eso le pidió al vicepresidente Joseph Biden que lidere un grupo de estudio sobre el tema el cual, en un mes, debe presentar propuestas al respecto y pidió que se “examine cuidadosamente una cultura que glorifica las armas y la violencia”.
A pesar de que las buenas intenciones de Obama se estrellarán seguramente contra la poderosa Asociación Nacional del Rifle, que con sus cuatro millones de afiliados y los jugosos aportes que recibe de los fabricantes y vendedores de armas es una de las organizaciones más eficaces en materia de cabildeo, es muy importante que el Presidente de Estados Unidos plantee que la cultura que reina en su país “glorifica las armas y la violencia”.
Porque la verdad es que, amparados en la Segunda Enmienda Constitucional que consagra el derecho de todos los ciudadanos a poseer armas para su defensa propia, Estados Unidos no sólo genera diez mil muertes al año debido al uso indiscriminado de armas, sino que como Estado ha matado a millones de persones con el argumento de que tiene que defenderse, como ocurrió en Iraq donde murieron cerca de un millón de seres humanos debido a la invasión que realizó a ese país, amparado en que debía protegerse de unas armas químicas que finalmente Hussein no tenía.
Estados Unidos definitivamente le haría mucho bien a la humanidad si revisara sus políticas y si tuviera la humildad para mirar ejemplos exitosos de otros lugares, donde la prohibición del porte de armas, unido a una mayor eficacia de la acción policial y a cierto control al consumo de alcohol a altas horas de la noche, ha llevado a una clara reducción de los homicidios.
Es el caso de Bogotá donde los asesinatos disminuyeron en una cuarta parte en el 2012, luego de que se prohibió el porte de armas con salvoconducto y de que la Policía estableció su plan de vigilancia por cuadrantes. Esa reducción de los homicidios por 100.000 habitantes en la capital, donde ahora ocurren al año 16,7, mientras que en Caracas se producen 98, 7, en Panamá 31,7, y en Cali 58,6, había comenzado con la alcaldía de Antanas Mockus, quien puso en marcha iniciativas para estimular que los ciudadanos no quisieran tener armas, como esa de canjearlas por bonos para comprar mercado.
¿Qué tal si Estados Unidos mirara estos ejemplos y observara que algo puede aprender de estos países a los cuales, con desprecio, siempre ha mirado como su patio trasero?
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Les deseo, queridos lectores, ¡una Navidad Feliz, y un 2013 próspero y alegre!
Para que también sea así para el país, se requiere que logremos decirles adiós a las armas, que el gobierno y la guerrilla lleguen a un acuerdo y que nazca y se consolide para siempre la cultura de la paz…
¡Ojalá, pues, querida Colombia, el 2013 sea tu año más feliz!
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