Reconsidering Gun Control

Edited by Rachel Smith

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El debate sobre control de las armas de fuego se reabrirá pronto en el congreso de Estados Unidos luego de la tragedia nacional en la escuela primaria Sandy Hook de Newtown, Connecticut, donde murieron 20 niños, 6 adultos y el agresor (este último por suicidio). En Estados Unidos, el derecho a portar armas está protegido por la Segunda Enmienda a la Constitución de ese país, aprobada en 1791. La enmienda está pensada principalmente por dos razones: la protección del derecho de autodefensa, y evitar una tiranía al permitir que su población pueda tomar las armas en caso de un ser necesario para no estar “a la merced” del Ejército de un gobierno tiránico. Hoy, a 221 años de aprobada la enmienda, en un país que es difícil divisar una tiranía y luego de las masacres del Virginia Tech en 2007 (32 muertos), la de Luby’s Cafeteria en 1991 (23 muertos), la del estreno de El Caballero de la Noche en Aurora en julio de este año (12 muertos), la de la preparatoria Columbine en 1999 (13 muertos), entre otras, no está claro cuál debe ser el papel del gobierno en el control de la posesión de armas por parte de sus ciudadanos.

En su discurso del domingo pasado (http://www.theatlanticwire.com/national/2012/12/obama-we-must-change/60039/), el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, al hablar de las víctimas de la tragedia, dijo que si había algo que se pudiera hacer para que no muriera otro niño o padre, tenían la obligación de tratar. Dijo esto refiriéndose, quiero pensar, al control de armas que hoy es mínimo en la mayoría de los estados de EEUU. Como reconoció Obama, las causas de este tipo de violencia son muy complejas, pero también lo es discutir el control de las armas, sobre todo cuando toca el tema de la libertad, de moral, de democracia, de tolerancia, de consistencia y de las consecuencias que tiene esta política. Además, no sólo se trata de discutir si es bueno o no establecer un control más rígido, sino qué control y cómo.

Un control rígido sobre las armas quizá evitaría este tipo de tragedias, pues sería mucho más difícil encontrar armas (aunque presumiblemente no imposible por la emergencia de mercado negro). De hecho, las armas utilizadas por Adam Lanza, el tirador de Newtown, pertenecían a su madre, quien tenía una colección de armas que incluía una Bushmaster AR 15, la versión para civiles de un arma usada por el ejército en Afganistán.

Luego de la tragedia de Tasmania de 1996 donde murieron 35 personas y 23 resultaron heridas, el gobierno australiano decidió hacer leyes mucho más estrictas. Desde entonces, no ha tenido lugar otro asesinato en masa y como muestran Leigh y Neill, 2010 en un estudio (http://andrewleigh.org/pdf/GunBuyback_Panel.pdf), la estrategia ha resultado en menos suicidios y asesinatos con arma de fuego, sin aumentar sus homólogos sin arma de fuego. Leyes parecidas entraron en vigor en Reino Unido luego de una masacre en una escuela de Escocia en ese mismo año con resultados similares.

Ahora bien, si vamos a considerar la libertad como un valor fundamental, entonces ésta debería ser mínimamente coartada. Para Conor Friedersdorf, articulista de la revista The Atlantic, los argumentos como el que utilizó Obama en su discurso no son válidos, puesto que no considera el precio de la libertad a la que se renuncia. La vida de muchas personas se salvaría si nadie consumiera alcohol, o si todo el mundo manejara a 20km/hora; sin embargo, poca gente estaría de acuerdo en renunciar a su libertad para consumir alcohol o poner un límite de velocidad de 20km/h. ¿Por qué debemos obligar a los amantes de armas a renunciar a su libertad de tener armas? ¿Por qué sí sería un bien mayor restringir la libertad de tener armas y no el alcohol?

Además, ¿por qué despreciamos el valor que le dan los amantes de armas a poseer armas? Es decir, si alguien valora menos tener un auto de lujo, ¿por qué todos debemos valóralo igual? Al momento de tomar una decisión, es parte de la pluralidad y la tolerancia dar valor también a aquellos que valoran tener cosas como armas, al igual que un coleccionista de comics valora los comics. En el mundo hay abstemios y gente que maneja lento para ser precavido, pero no porque esas personas valoren poco tomar alcohol y manejar rápido debemos prohibir el alcohol y reducir radicalmente los límites de velocidad. En esta línea, ¿qué pensaría usted si la mayoría de la población estadunidense estuviera de acuerdo con la libertad de tener armas?

Suena terriblemente insensible (y se habla exclusivamente de la libertad a tener armas, no a matar), pero es un argumento válido en cuanto a la libertad (si es que pretendemos una sociedad libre), pero desde luego las armas no son alcohol y la comparación no es perfecta. Existe legislación para sancionar a aquellas personas que manejen en estado de ebriedad, lo que procura evitar las muertes por alcohol, y también para aquellos que excedan los límites de velocidad, lo que intenta evitar muertes por accidentes de tránsito, pero ¿cuál es el análogo de estas sanciones con las armas? Quizá sea la sanción por matar, aunque esta puede llegar demasiado tarde.

Así las cosas, ¿qué debe hacer el gobierno estadounidense? Es difícil de decir, algunos optan por controlar las armas de asalto, otros por regular las municiones, otros por prohibición total de armas puesto que creen que un control parcial no serviría de nada. El bando contrario está seguro de que “Las pistolas no matan gente, la gente mata gente” por lo que la prohibición no es la solución ideal, sino provocar que las personas no quieran matar. En cualquier caso hay inconvenientes: para los segundos, buena suerte diseñando programas para evitar estas masacres; y a los primeros, buena suerte retirando las más de 300 millones de armas de las manos de la gente.

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