La ciudad de Concord, en el estado de Massachusetts, desde el primero de enero de 2013 prohíbe la venta de agua envasada en botellas plásticas. A primera vista se interpreta como una “alcaldada”, pero, pensándolo bien, la decisión no es descabellada como parece. De inmediato protestó la Asociación Internacional de Agua Embotellada, que es un grupo de codiciosos empresarios que opera de manera parecida a los carteles del petróleo.
El agua envasada, sin lugar a dudas, es un negocio lucrativo. En los Estados Unidos, por ejemplo, las concesiones para extraerla “de manantial” las da el Estado (léase políticos) a inversionistas (léase amigos de políticos) a precios irrisorios. Recordemos que el subsuelo es propiedad de todos los ciudadanos, pero cuando ya está embotellada pagamos por nuestra agua y su valor supera al de la gasolina. En los aeropuertos puede llegar a costar una botella de medio litro hasta cuatro dólares.
El estado de Massachusetts es vanguardista en este tipo de resoluciones. En el pasado prohibió vender leche en envases no retornables y la ley fue avalada por la Corte Suprema. En una medida parecida, la ciudad de Bundanoon, en Australia, regularizó en 2009 la venta de botellas plásticas con menos de un litro de contenido. La razón es simple y lógica: el plástico es uno de los más graves problemas ambientales de la humanidad por su lenta descomposición, pero a las personas no les basta saberlo porque solo miran su bienestar egoísta, prefiriendo los envases personales.
Las mujeres y hombres atléticos, por lo general esnobistas, alardean de llevar en sus manos la botellita plástica porque creen que eso les da clase y los pone en un nivel superior, argumentando que son deportistas y más “saludables” que el común de la gente. Ignoran adrede el daño que le hacen a la tierra y aunque promueven el vigor y la lozanía, les importa un bledo lo que pudiese pasar en el futuro a sus hijos y nietos.
Para que se pellizquen y tomen conciencia del futuro por venir, les recuerdo una triste realidad: En 1997 un capitán llamado Charles Moore, regresando de un viaje entre Hawai y California, se quedó varado en una zona sin viento por varios días y descubrió una gran mancha flotante que se conocería como la sopa de plástico o gran zona de basura del Pacífico del tamaño de Texas.
Se calcula que más de 100 millones de toneladas de plásticos han caído a los océanos desde 1950. La mayor parte ha terminado allí por descuido o desinterés de las personas que las tiran en las calles y son arrastradas por las aguas lluvias, a través de las alcantarillas, a los ríos y al mar.
El plástico en el mar es una cadena de envenenamiento que comienza en los peces que ingieren partículas confundiéndolas con alimentos y termina en los platos de los humanos. Además, el plástico es una esponja de los químicos tóxicos derivados de la industria agrícola y petrolera que están en las aguas también por culpa nuestra. La responsabilidad comienza aquí y ahora. No compren agua embotellada en plástico o re envásenla para disminuir el impacto ambiental. Recuerden que, por lo general, el agua de casi todas las ciudades del mundo es potable.
Por otro lado, recomiendo reciclar en casa. No seamos responsables de aumentar el daño ecológico y de perjudicar el futuro de la tierra.
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