Predators

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EL futuro director de la CIA ha defendido en el Senado estadounidense la necesidad de utilizar “fuerza letal” contra Al Qaeda lejos de los campos de batalla. John Brennan aludía con ese eufemismo bélico al uso cada vez más masivo de aviones teledirigidos en Pakistán, Yemen o allá donde las cámaras de los drones enfoquen a un objetivo sospechoso. Si luego resultan ser niños, una asamblea de ancianos, una boda o un funeral, qué le vamos a hacer. Daños colaterales. En su carrera por abolir las distancias, la tecnología también ha logrado robotizar cada vez más las guerras. De hecho, los aviones no tripulados que barren la frontera con Afganistán son pilotados a más de 13.000 kilómetros de distancia, desde Nuevo México por ejemplo, por una especie de friquis de las videoconsolas. El problema es que las pantallas no son simuladores de vuelo de la PlayStation, ya que cuando aprietan el botoncito de disparo un misil te acaba haciendo saltar por los aires en cuestión de segundos. Estos aviones pigmeos operan con una asombrosa precisión cartográfica, aunque los francotiradores humanos que los manipulan se equivocan, en ocasiones, al señalar a bebés como objetivo por destruir. Porque, eso sí, una de las ventajas de estos asesinatos selectivos es su aparente asepsia y el hecho de que nunca se hacen prisioneros incómodos de custodiar y hasta de torturar con esas sugerentes técnicas mejoradas de interrogatorio. Si resulta inquietante que un loco furioso pueda estar a los mandos de estos depredadores volantes, más preocupante es, si cabe, la utilización policial que se comienza a dar a los malditos robots alados. Te empiezan vigilando desde el aire con una cámara y acabarán instalándole al bicho algún cañón de balas de goma para disolvernos o sacarnos un ojo.

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