La revista satírica The Onion llamó “zorra” a una niña de nueve años el domingo cuando fingió ser un medio que llamaba “zorra” a una niña de nueve años. No fue fácil que se diera este fenómeno circular. De hecho, en los 25 años de existencia de The Onion -una decana publicación humorística comparable a El Mundo Today español cuya gracia reside precisamente en cuánto se parecen formalmente sus absurdos artículos a la prensa seria-, la revista nunca se había visto en semejante polémica, que duró todo el lunes y martes siguientes. Y nunca antes había tenido que publicar, con dolorosa gravedad, un comunicado pidiendo disculpas a sus lectores por haberse pasado de la raya.
Pero ni la niña a la que insultaron era una niña cualquiera ni la versión de zorra que utilizaron era una que se pueda utilizar en Estados Unidos sin repercusiones. La pequeña era Quvenzhané Wallis, la unánimemente adorada protagonista de Bestias del sur salvaje, el filme revelación de 2012 que la convirtió en la persona más joven en haber sido nominada al Oscar a la mejor actriz. La niña asistía a la ceremonia de los premios cuando The Onion, que tiene un seguimiento y una presencia impresionantes en Internet, tuiteó el comentario de la discordia: “Parece que a todo el mundo le da miedo decirlo, pero Quvenzhané Wallis es un poco una zorra, ¿no?”.
Al comentario no le falta la misma lógica que el resto de contenidos de The Onion (es como si el autor del tuit se hubiera dicho, “¿A que sería muy de tabloide llamar zorra a una niña de nueve años para provocar?”) pero en esta ocasión fue recibido con un torrente de críticas tan fuerte que, al día siguiente, el suceso que había empezado y acabado en Internet, era mencionado casi tantas veces como cualquier anécdota relacionada con la misma noche de los Oscar.
The Onion eligió, además, la palabra cunt para hacer palabra; se trata de un término polisémico que sirve también para referirse de forma digamos vulgar al genital femenino. Llamárselo a una mujer en Estados Unidos es mucho peor que llamarla zorra (y eso que estamos hablando de la versión de zorra más machista, la que se emplea para acusar a alguien de poseer la astuta malicia que se asocia al peor estereotipo, no la versión que relacionada con sus hábitos sexualesj, es llamarla una vagina en el sentido más reductivo y misógino del término: algo débil que penetrar, como tan exhaustivamente se explicó en un capítulo de Larry David. A juzgar por la uniforme indignación, se conoce que describir a una niña perfectamente inocente con esa palabra, aunque sea con fines paródicos, es grave más allá de la opinión.
La polémica se ha justificado explicando que la sensibilidad estadounidense ya estaba a flor de piel esa noche por culpa del expresivo humor de Seth MacFarlane, creador de Padre de familia y presentador de la gala. Su estilo anárquico, de la-ofensa-por-la-ofensa, había molestado a más de un espectador por su característica misoginia (véase el número musical We saw your boobs -Os hemos visto las tetas- dedicado a todas las actrices que han ganado un Oscar por un papel que les exigía desnudos, tildado por la publicación liberal Salon de “una celebración de las violaciones en el cine”). Lo cual abre un interrogante: si MacFarlane estaba resultando reprensiblemente ofensivo por reducir las mujeres a sus órganos sexuales, ¿no debería sacarse a The Onion del mismo saco por parodiar precisamente esa actitud?
El presidente de la revista, Steve Hannah, debió opinar que no. El lunes firmó el ya histórico comunicado en el que explicaba que “nadie debería ser sometido a un comentario tan carente de humor y sentido disfrazado de sátira”, que “hemos creado normas nuevas y más estrictas en nuestro Twitter para asegurarnos de que este tipo de error no vuelva a ocurrir” y, dirigiéndose directamente a Wallis, aclaraba: “Eres joven, tienes talento y mereces mejor trato. Todos en The Onion sienten profundamente lo ocurrido”.
No ha sido el incidente más grave de The Onion. La publicación, conocida por titulares que van de lo deliciosamente cotidiano -Adolescente rico casi descubre lo que son las consecuencias- a la provocación -Hombre negro le pide cambio al país, cuando Obama fue elegido en 2008, tal vez su obra más memorable junto con Donald Trump contempla, mustio, el pene diminuto y envejecido que tiene antes de vestirse- es también conocida porque algunos de sus artículos se toman tan en serio que provocan airados comentarios en redes sociales (hay un blog entero dedicado a recoger estos sucesos) o terminan en las páginas de algún periódico despistado. Esto le paso a noticias como Un estudio demuestra que cualquier tipo de educación crea adultos misérrimos y trastornados o El Congreso amenaza con irse de Washington DC a menos que se construya un nuevo Capitolio. El Diario del Pueblo chino celebró en noviembre el que la prensa estadounidense eligiera a Kim Jong Un el hombre vivo más sexy del mundo, quizá la incursión más sonada de la revista en el mundo real.
Ninguno de estos incidentes motivó a la revista a desvelar sus cartas, ponerse seria y explicar dónde entendían que estaba la raya. El tuit sobre Quvenzhané Wallis, sí. No es una decisión exenta de problemas: en cuanto una publicación de esta naturaleza sienta el precedente de la disculpa, ¿por qué no iba a repetirlo la próxima vez que alguien la considere incivil? Antes estaban amparados por la ambivalencia del aquí-todo-vale y la soberbia del lo-tomas-o-lo-dejas, puestos a inventarse sustantivos. Ahora, la autoproclamada “Principal fuente de humor de América” no solo ha definido por primera vez qué es lo que está mal. Ha definido, por extensión, qué es lo que está bien.
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