Apple, otra manzana podrida
Corrupción política, sí, y parece que la suficiente para desestabilizar una democracia vía la desafección ciudadana. Lo vemos en España, en Italia y tantos otros lugares. Si esta crisis nos va a dejar algo bueno es que, presumiblemente, los estándares de exigencia ética que la ciudadanía está desarrollando están aquí para quedarse. Se acabó, crucemos los dedos, el evadir responsabilidades con las excusa de que “todos lo hacían así” o el “¡tú más!” Los ciudadanos han, hemos aprendido, que el daño que la corrupción hace a la democracia, a la igualdad y al futuro común es tan importante que no puede ser tolerado, disculpado ni contextualizado.
Pero a la vez que elevamos nuestros estándares de exigencia pública también toca hablar de los estándares de ética empresarial. Porque, no lo olvidemos, muchos de los problemas que tenemos hoy encima de la mesa, en España y en el resto de las economías avanzadas, tienen que ver con la falta de estándares éticos en elsector privado. Sí, por desgracia, muchas de las prácticas del sector financiero que nos han traído hasta aquí eran legales, pero eso no las convalida como aceptables. Escudarse en la legalidad de algo que es manifiestamente abusivo no es un buen argumento.
Todo ello a costa de la revelación de que, en mitad de esta crisis, un importante número de multinacionales que admiramos por su capacidad innovadora se comportan de una forma voraz, aprovechando las debilidades de los sistemas fiscales para evadir pagar los impuestos que legítima y legalmente deberían pagar en función de sus ventas.
Apple (también Google) es quien quizá mejor representa la frontera de la innovación tecnológica y, a la vez, del elitismo, el diseño y la fusión entre marcas, moda e identidad personal. Este blog, sin ir más lejos, se escribe desde un MacBook Air, una máquina fascinante por sus prestaciones, elegancia y sencillez de manejo. Y una de las primeras entradas en este blog, muy polémica por cierto, cuando abrió en noviembre de 2011, señalaba, a la muerte de Steve Jobs, la ironía que presidía la obra de Bill Gates, cuyas máquinas no sólo eran inferiores a las de Apple, sino que, para colmo, había gente que cuestionaba su filantropía por contraproducente e ideológicamente sesgada mientras que Steve Jobs se llevaba toda la gloria presumiendo, además, de no hacer filantropía con el argumento (muy criticable pero no totalmente descartable) de que su contribución a la mejora de la humanidad estaba en hacer máquinas que funcionaran bien e hicieran feliz a la gente.
Hete aquí ahora que descubrimos que la casa Apple, tan orgullosa del minimalismo Zen que inspira el diseño de sus productos de fino acero, no paga impuestos gracias a trucos de ingeniería contable que le permiten, a pesar de haber vendido en 2012 productos en España por valor de 142 millones de euros, declarar pérdidas. Todo ello a la par que nos consta que Apple está sentada encima de un inmensa montaña de dinero en efectivo que ni invierte ni reparte entre sus accionistas.
Las empresas no son personas, se dirá, ni se les pueden imponer estándares morales. Esto es sólo cierto en parte. De hecho, podemos recordar como el multimillonario Warren Buffet ha sido, tras descubrir en la fiesta de Navidades de su empresa, que la limpiadora del edificio pagaba más impuestos que él, uno de los principales abanderados de la reforma fiscal de Obama. Los consumidores, que no sólo compran un producto, sino una extensión de su identidad personal, también tendrá algo que decir al respecto. Puede que sigamos usando Apple porque sus productos son buenos y resuelven nuestros problemas, pero dudo mucho que tras conocer cuáles son los estándares éticos que Apple se exige a si misma la gente tenga muchas ganas de poner la pegatina con la manzana mordida en la parte de atrás de su coche.
Tan importante, sin embargo, como sermonear a Apple es tomar medidas al respecto. La semana pasada, tres Ministros europeos de Hacienda, GeorgeOsborne por el Reino Unido, Pierre Moscovici por Francia y Wolfgang Schäublepor Alemania firmaron una carta conjunta en Financial Times bajo el título “Estamos decididos a que las multinacionales no eviten pagar impuestos” en la que anunciaban una iniciativa conjunta en el marco de la OCDE para cambiar el marco regulatorio que permite a Apple y a otros evadir impuestos acogiéndose a triquiñuelas legales. Tres Ministros de Hacienda (¿dónde estaba Cristóbal Montoro?) de tres países que últimamente tienen grandes divergencias acerca del rumbo de las políticas económicas y la integración europea. Sin embargo, en esta ocasión, Reino Unido, Francia y Alemania se han puesto de acuerdo. No puede ser que mientras los ciudadanos sufren recortes en sus derechos por falta de ingresos fiscales, estas compañías se comporten impunemente como depredadores fiscales que renuncian a contribuir al bien común.
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