¿Cómo se sentiría usted si el Gobierno hoy decidiera lo que usted tiene y no tiene permitido comer? ¿Qué pensaría si sus opciones de consumo de alimentos se vieran reducidas de la noche a la mañana solo porque a un funcionario se le ocurrió que le competía regular la dieta de todos? Suena ridículo, ¿no? Pues para los habitantes de Nueva York estuvo a punto de convertirse en una realidad, después de que el alcalde Michael Bloomberg impulsó una prohibición al expendio de bebidas azucaradas mayores de 16 oz.
La medida fue aprobada a finales de 2012 por el Departamento de Salud de NY (gran sorpresa si los miembros del departamento fueron nombrados por el mismo Bloomberg) y tenía previsto entrar en efecto el 12 de marzo de 2013. Sin embargo, el lunes 11 de marzo el juez Milton Tingling se paseó en los planes de Bloomberg y bloqueó la prohibición tildándola de “caprichosa y arbitraria”.
La decisión del juez sienta un precedente muy importante acerca de la separación de poderes. En vez de acudir al Consejo de la Ciudad de NY, que ya había discutido acerca de este tipo de asuntos, Bloomberg acudió al complaciente Departamento de Salud. Dado que la prohibición cruzaba la línea hacia el ámbito legal, el juez reaccionó recordando que le correspondía al poder legislativo decidir acerca del tema y oportunamente le puso un alto a este atentado contra la libertad individual.
La prohibición es caprichosa y arbitraria porque va en contra de ciertas bebidas azucaradas y el criterio de decisión acerca de cuáles se prohíben carece de un sentido lógico. Mientras las gaseosas y bebidas energéticas caen dentro de la prohibición, un latte o un milkshake con cantidades desmesuradas de azúcar resultan aceptables. También hay arbitrariedad acerca de la elección de qué establecimientos están sujetos a la prohibición. Mientras los restaurantes, estadios, cines y ventas de comida en carretas deben eliminar sus bebidas XXL, las tiendas de conveniencia como 7-Eleven pueden vender bebidas azucaradas en vasos de un galón si quisieran. La competencia se vuelve injusta.
Bloomberg es conocido por tener una curiosa obsesión de querer tomar decisiones en nombre de las personas, y lo evidencian otras leyes que ha logrado que sean aprobadas con este propósito. Quién sabe qué lo hace pensar que él está mejor capacitado para decidir por los demás. “Los neoyorquinos necesitan un alcalde, no una niñera”, leía un anuncio publicado en el New York Times pagado por una asociación que promociona la responsabilidad individual y la libertad de elección de los consumidores.
Y es que esta prohibición ignora el hecho de que es responsabilidad de la gente tomar sus propias decisiones relacionadas con su salud. En vez de esto, trasladan la responsabilidad hacia los establecimientos que venden las bebidas azucaradas como si fueran ellos los responsables de las libras de más que andan cargando los consumidores. Además, con tantos sustitutos que hay en el mercado, la falta de ejercicio y las comidas grasosas es muy improbable que la prohibición reduzca alguna pulgada de la cintura de los neoyorquinos.
Esto nos debe abrir los ojos para resguardar nuestra libertad y protegerla de atentados, aunque vengan disfrazados de “buenas intenciones”.
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