Hollywood: Capitalism's Best Weapon

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Hollywood, la mejor arma del capitalismo

Cuando el Muro de Berlín se derrumbó simbólica y materialmente, el comunismo ya había sido vencido. Sin la fortaleza del marxismo-leninista, la URSS y más adelante el bloque que surgió luego de vencer a los nazis en la Segunda Guerra Mundial, en manos de Stalin, perdió su espíritu renovador y su impulso revolucionario para convertirse en una enorme tiranía. Nunca hubo en el mundo un hombre tan poderoso como el dictador soviético. Ésa fue la desgracia de la utopía marxista. Crearon un gigante con pies de arena.

El derrumbe fue producto, explicaron los analistas occidentales, de la permanente crítica de los medios de comunicación, que defendían la libertad y la democracia. Sí, pero también los anticomunistas contaron con un poderoso aliado: la enorme y exitosa cultura popular norteamericana. Acaso hoy parezca broma, pero cuando existía el bloque socialista, uno llegaba a Praga, La Habana, Leningrado o a cualquier ciudad comunista y los jóvenes corrían hacia uno tratando de comprarle pantalones vaqueros, zapatos tenis, chicles, medias, chocolates y cualquier sandez que se nos ocurra. Era tal el éxito de la Coca-Cola, la Pepsi-Cola, los automóviles Ford o Cadillac, del rock inicial a cargo de Elvis Presley o del tedioso de Pat Boone, que abrumaba.

Estados Unidos pronto descubrió su poderío popular y lo hizo recorrer todo el orbe a través de su mejor arma psicológica: la cinematografía. De este modo, el comunismo fue puesto al descubierto, no era capaz de brindar diversión a raudales ni estar al tiempo musical, tampoco se acostumbraba a mascar chicle, comer chocolates Milky Way o ponerse una chamarra roja como la de James Dean o de cuero negra como la de Marlon Brando en Rebelde sin causa y El salvaje, respectivamente. Para colmo, carecía de héroes capaces de enfrentar a los capitalistas.

¿Cómo podían los soviéticos vencer al invencible Agente 007? Inalterablemente los derrotaba. Y así como Tarzán peleó contra los nazis, por las pantallas han desfilado héroes que vencían y siguen derrotando a los villanos que retan la maravillosa vida que nos brinda el capitalismo. Los malos han sido alemanes nazis, rusos comunistas, chinos maoístas, coreanos del norte y ahora nos regocijamos de ver cómo les dan su merecido a los musulmanes en sus propios desiertos. ¿Cómo defenderse de Hollywood? ¿De qué manera los malvados enemigos de la libertad y la democracia pueden crear súper héroes y lograr que haya un Superman marxista, un Batman que defienda Bagdad? No hay forma. Hollywood y sus seguidores han logrado crear cientos de héroes, siempre imbatibles que nos salvan del comunismo o del terrorismo árabe.

Esto viene a colación porque hace unos días, el actor escocés Gerard Butler vino a México a promover su más reciente filme: Olimpo bajo fuego, donde con su poderío de agente de seguridad norteamericana, salva a la democracia de la amenaza norcoreana. El arma no tan secreta de EU para derrotar y ridiculizar a sus enemigos es la cinematografía. Ella nos ha dejado claro quiénes son los buenos y quiénes los malos. Es un negocio perfecto de los mercaderes de Hollywood. Sean Connery se hizo rico matando comunistas rusos y chinos. Cuando no hay enemigos al frente, la cinematografía los inventa, fiel a la máxima de usted escriba sobre la guerra y yo la produzco. De este modo, Bush padre inventó las armas químicas mortales de Irak y procedió a la devastación de un país, ahora por completo arruinado. Pero cuando la amenaza para la democracia y el modo de vida norteamericano disminuye en un sitio, rápido proceden a realizar filmes sobre otro enemigo. Es el turno de Corea del Norte y de su joven dirigente, torpe y proyanqui, además, hay que darle con todo por aquello de que en algún momento haya necesidad de invadir a ese país diminuto, pero que dicen los productores de Hollywood, los agentes de la CIA y los que gobiernan desde la Casa Blanca, es un peligro para la democracia y la libertad.

Mi generación odió a los nazis, a los soviéticos, a los chinos, a los alemanes comunistas no por convicción ideológica, sino porque vimos filmes donde los más grandes galanes norteamericanos y las más bellas actrices gringas daban la batalla para salvarnos. Del mismo modo que Hollywood nos explicó por qué fue indispensable la matanza de miles y miles de indios salvajes, para dar nacimiento a un país maravilloso, creado por Dios y con una guía ética: el Destino Manifiesto. En estos meses asistimos a la derrota al menos cinematográfica del bobo de Kim Il-un, que en el fondo cambiaría muchos de sus misiles de imaginario largo alcance por una noche con Madona o un fin de semana en Las Vegas.

Nadie como Hollywood para justificar masacres, guerras, invasiones, destrucción y asesinatos. Todo se hace en nombre de la democracia, cuyo mejor modelo es EU.

De cualquier manera, así como he visto todos los filmes de James Bond y cada película donde aparecen mis actores predilectos madreando a los malos de la historia, veré varias veces Olimpo bajo fuego, donde Gerard Butler liquida a los coreanos comunistas, al parecer los últimos bastiones del estalinismo en su más deplorable versión. Por cierto, Stalin, según dice Hollywood, era fanático de sus productos, los que miraba en secreto con sus hombres más allegados, en el Kremlin. Su favorito era John Wayne matando pieles rojas.

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