Nunca antes un inquilino de la Casa Blanca había admitido, como lo aceptó el viernes el presidente Barack Obama en Costa Rica, que Estados Unidos como nación consumidora forma parte del problema que representa el auge del narcotráfico en Centroamérica y el Caribe, histórico mea culpa que debería impulsar la revisión de todo el esquema de prevención y combate a ese flagelo.
Ante los ocho jefes de Estado de la región, Obama dijo “reconocemos que tenemos responsabilidad en el problema de las drogas, que parte del problema viene del consumo…”, al tiempo que rechazó la posibilidad de “militarizar” la lucha contra el narcotráfico, como han sugerido no pocos halcones de Washington.
Un informe del Instituto Federal sobre Drogadicción, basado en los resultados de una encuesta sobre uso de estupefacientes realizada en octubre de 2012 y actualizado en enero de 2013, revela que veintidós millones 500 mil estadounidenses mayores de 12 años consumen algún tipo de drogas ilícitas, lo que representa el 8,9% de la población.
Tiene razón el presidente Obama al sugerir un abordaje integral contra el tráfico de drogas que incluya como eje básico el financiamiento a políticas públicas que promuevan la educación y la lucha contra la pobreza, porque lo que se aplica hoy es un tipo de represión que no alcanza a la cúpula del narco ni a los entes que lavan los activos que genera ese crimen de lesa humanidad.
Los presidentes de Honduras, El Salvador y Guatemala atribuyeron el auge de la violencia y la criminalidad en sus territorios, denominados como “Triángulo del Norte”, al la expansión del narcotráfico alentado por el elevado consumo de estupefacientes en Estados Unidos, un elemento que no figura como ente principal en ninguno de los manuales de combate al narco.
El propio Obama admite que la estrategia de lucha contra el narcotráfico ha fracasado o no ha surtido el efecto deseado, al señalar que “desde que asumimos el cargo hemos gastados 30 mil millones de dólares en reducir la demanda de drogas”, pero que “el progreso ha sido más lento de lo que nos gustaría”.
La presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, dijo que “tenemos que admitir que el tema del crimen organizado pesa con crudeza sobre la integridad de nuestras naciones”, y el mandatario salvadoreño, Mauricio Funes, dijo que el problema del narcotráfico se reduciría significativamente en la región si se reduce el consumo de cocaína en Estados Unidos.
A pesar de que Barack Obama admitió que Estados Unidos forma parte del problema que genera el auge del narcotráfico, el asesor de la Casa Blanca para la Seguridad Nacional, Ben Rhodes, se encargó de lanzar el balde de agua fría” sobre Centroamérica y el Caribe, al señalar que sobre el tema “no lanzaremos ninguna iniciativa importante nueva”. A eso se llama navegar en círculo.
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