Barack Obama volvió a Centroamérica, esta vez fue a Costa Rica. Hace dos años, en marzo de 2011 vino a El Salvador, una visista que tuvo un inmenso valor simbólico, y un poco más. Porque hubo grandes promesas no para El Salvador sino para la región, de aquellas promesas subrayadas por el gobierno de Mauricio Funes poco se ha podido concretar, y hay que reconocer que no todas dependían de la voluntad del Presidente Obama y mucho menos de la de Funes. Ni la reforma migratoria, ni los 200 millones de dólares para la “Alianza para la Seguridad Ciudadana en América Central”.
Recordemos que las promesa de Obama no fueron para El Salvador, fueron para Centroamérica, como región. En el 2011 no hubo tanta presencia formal del Sistema de Integración Centroamericana (SICA) como la hubo hace unos días en Costa Rica, en 2011 no hubo foto con todos los presidentes de la región, no estuvieron presentes. Hoy parece que quiso corregirse la plana, pero tampoco hay garantías que el protocolo y las fotos de grupo signifiquen una región unida como interlocutora de Obama ni de nadie.
Centroamérica no ha logrado en varios años consolidar una integración creíble, y es irónico, pues la Organización de Estados Centroamericanos (ODECA) de 1951 fue anterior y en parte modelo para otras regiones, como Europa misma, que ahora, cuando se plantea tratados de gran alcance político y comercial exige hacerlo en bloque.
¿Por qué si desde potencias mundiales como Estados Unidos y la Unión Europea se busca una Centroamérica unida no parece que los países aludidos lo tomen como tarea urgente? Existe un Parlamento Centroamericano que nadie entiende muy bien para qué sirve, existe una Corte de Justicia Centroamericana, recientemente ridiculizada por la manipulación política, existe un Tratado de Libre Comercio en bloque con Estados Unidos, viene Obama y convoca al SICA y hace sus promesas para la región, y parece que esas promesas, cuyo cumplimiento beneficiaría a cada país, generan el efecto de unidad, de metas comunes, de estrategias compartidas.
Obama se va y todo vuelve a nuestra normalidad de vecinos que apenas se hablan. ¿Se siente usted centroamericano? ¿Qué tanto sabe de los problemas de los países vecinos? ¿Cuánto sabe de su cultura y su historia? ¿Quiere conocerlos más? ¿Se siente seguro en las fronteras? ¿Podrían los estados integrarse sin el interés de sus ciudadanos?
Creo que el SICA tiene en este último punto una tarea pendiente, pero claro, el SICA es también reflejo de las decisiones y prioridades de cada gobernante. Somos países geográficamente pequeños, con poblaciones que por separado no representan un mercado especialmente atractivo, pero tampoco despreciable. Separados somos más vulnerables a las crisis económicas y al avance del crimen organizado. Incluso nuestras democracias son frágiles y sin que exista un mecanismo de control efectivo que las fortalezcan mutuamente.
La integración es una fantasía que resurge de vez en cuando, como cuando un Obama aparece prometiendo beneficios para el bloque. La unión centroamericana debería ser una realidad, existe un marco jurídico que promueve la solidaridad, la cooperación y la integración con aras al desarrollo.
Pareciera que algunos presidentes se dedicaron a firmar tratados de integración regional sin saber los alcances ni la magnitud que conlleva ese tipo de compromisos. Si nuestros líderes no dan pasos concretos por la unificación de la región, más que tomarse una bonita foto cuando el momento lo exige, será la sociedad centroamericana la que deba exigir a sus gobernantes el cumplimiento real de las políticas de unificación.
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