El empleo de aviones no tripulados, los llamados drones, son objeto de una creciente crítica. El Presidente Barack Obama, con el propósito de tranquilizar a la opinión pública estadounidense e internacional, aclaró las condiciones bajo las cuales operaran estas plataformas robóticas armadas que, hoy por hoy, son los instrumentos predilectos para atacar a presuntos terroristas.
Obama dijo que el empleo de drones constituía un arma legítima en “una guerra justa”. Cabe preguntarse cuál guerra pues difícilmente la campaña contra las organizaciones yihadistas , en diversos países, puede catalogarse como una guerra. En rigor es una campaña contra núcleos militantes de poco peso. Peligrosos sí, pero siempre habrán grupos que recurran al método terrorista y ello no permite hablar de guerra y todo lo que ella conlleva. El propio Obama admitió en su alocución que Estados Unidos no puede permanecer “en una guerra perpetua”, ya sea a través de ataques con drones u operaciones de fuerzas especiales. Al fin y al cabo es una “guerra” que ya lleva 12 años y que comenzó con los atentados del 11-S-2001. El mandatario advirtió que persistir en eternizar la “guerra” sería “contraproducente”.
Lo contraproducente son ataques lanzados sobre países soberanos donde provocan gran animosidad, como en Pakistán y Afganistán. La muerte de civiles en el curso de las incursiones ha desatado grandes movilizaciones anti norteamericanas. La presencia de los drones, incluso los de mera observación, causa una ansiedad mayor en las regiones en las que operan. En definitiva dar muerte a presuntos enemigos, que no han sido juzgados, con el propósito de prevenir un sospechado ataque está fuera del derecho humanitario. Basta con considerar la cantidad de identificaciones erróneas cometidas, en forma cotidiana, por la justicia ordinaria. ¿De dónde proviene la inteligencia que guía los ataques? En muchos casos de agentes e informantes pagados que no es inusual que tengan sus propias agendas. El margen de error es enorme. No en vano Obama aclaró que no permitiría el empleo de drones sobre su país.
En cuanto a las normas que regirán el empleo de estas armas en el futuro señaló cuatro criterios. Uno, tener la “casi certeza” que el blanco está presente y que civiles no resultarán heridos o muertos. Dos, la captura no es posible. Tres, las autoridades del país en cuestión no pueden o no están dispuestas a enfrentar la amenaza. Cuatro, no hay ninguna otra alternativa disponible. En todo caso los ataques con drones han disminuido en el último tiempo. Pero como lo señaló Obama seguirán prestando servicio. Desde la perspectiva de Washington es el arma ideal que permite golpear a enemigos remotos, que operan en territorios inaccesibles y, lo más importante, sin exponerse a pérdidas propias que conllevan un alto costo político.
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