'Happy Birthday,' Free Trade Agreement?

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¿‘Happy birthday’, TLC?

Por: Arlene B. Tickner

Después de una larga y agonizante espera, el TLC con Estados Unidos cumple su primer aniversario.

No se han cumplido en este año los pronósticos más apocalípticos sobre la desaparición de los sectores productivos más afectados por la competencia estadounidense, entre ellos los cerealeros, arroceros y avicultores. Pero tampoco se han materializado las exageradas promesas hechas por el Gobierno, entre ellas que el tratado crearía 300.000 nuevos empleos y que aumentaría el crecimiento económico en un punto porcentual. De allí que es legítimo preguntar si hay motivos para celebrar.

Según cifras oficiales, las exportaciones de Colombia hacia Estados Unidos crecieron más lentamente en 2012 que las importaciones de ese país (3,3% versus 14,6%), lo cual es explicable tanto por la crisis económica mundial y la revaluación del peso como por el hecho de que 90% de los productos colombianos ya gozaban de beneficios arancelarios bajo el esquema unilateral Aptdea. No es sorprendente tampoco que el sector agrícola y agroindustrial estuvieron entre los más beneficiados de la producción estadounidense. Para los consumidores colombianos, el TLC ha sido inocuo, excepto en supermercados como Carulla y Éxito, en donde pocos productos misceláneos como nueces, jugos y elementos de aseo se consiguen a precios más asequibles. Tal vez como principal dato positivo, Proexport señala que de un total de 2.000 productos no tradicionales exportados a Estados Unidos, 187 fueron nuevos.

Independientemente de las cifras, que no son vislumbrantes, podría argumentarse que el TLC tiene un valor estratégico que trasciende lo meramente comercial. Constituye un aval público de Estados Unidos sobre la solidez de la economía colombiana, pero también un guiño acerca del mejoramiento de la situación interna, reforzando con ello y de forma paralela lo que es la alianza bilateral en seguridad más fuerte que existe en América Latina.

Para lo que no parece haber servido el TLC es para mejorar la competitividad internacional de Colombia. El Global Competitiveness Report 2012-2013 registra que el país bajó un puesto, al 69, en un ranquin de 144 países, en fuerte contraste con otros latinoamericanos como Brasil, México, Panamá y Perú, que puntearon todos. Más preocupante aún, en temas neurálgicos puntuales como instituciones, infraestructura, salud y educación primaria, eficiencia del mercado laboral y preparación tecnológica, Colombia figura entre los puestos 85 a 109.

Además de estas debilidades estructurales, algunas ONG también han denunciado la falta de implementación del Plan de

Acción para Derechos Laborales suscrito hace dos años como condición de ratificación del TLC en el Congreso estadounidense. Según la Escuela Nacional Sindical, al menos 20 sindicalistas fueron asesinados en 2012 y se registraron 431 amenazas contra éstos. Asimismo, ciertas prácticas que violan los derechos laborales básicos, entre ellas las cooperativas, continúan pese al compromiso de combatirlas.

No es gratuito que la revista Forbes haya descrito a Colombia como paraíso del libre comercio. Con docenas de acuerdos suscritos, y otros en negociación o discusión con Corea del Sur, Costa Rica, India, Israel, Japón, Panamá y Turquía, el TLC con Estados Unidos ha sido un abrebocas para que el gobierno Santos busque nuevos tratados con todo lo que respira. La pregunta es si el país, con las debilidades que presenta y en medio de un complejo proceso de negociación y construcción de la paz, aguanta semejante ritmo.

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