La eliminación de la visa a Estados Unidos es inclusiva porque permitirá incorporar un segmento de ciudadanos que hoy está marginado del viaje y proyección que ofrece ese país.
PARADOJALMENTE, el mayor beneficio de la exención de visa para chilenos a EEUU será, con el tiempo, reducir lo que fue el principal enemigo de este proyecto: la incredulidad del chileno sobre su propia valía. A fines de 2010, cuando iniciábamos el trabajo para este objetivo desde la Cancillería y embajada en Washington, me tocaba responder varias veces al día la misma pregunta: ¿tú crees que será realmente posible que EEUU acoja a Chile en el programa Visa Waiver? ¿En serio piensas que alguna vez EEUU se atreverá a dar el paso con un país como el nuestro? Reinaba la incredulidad.
Se entiende. Había cierta lógica en esa actitud. No era fácil transmitir acá el inmenso prestigio que tiene Chile en Washington. No resulta sencillo imaginar desde estas latitudes el profundo aprecio norteamericano por nuestras instituciones y democracia, por la seriedad de nuestros profesionales, por nuestros trabajadores, por nuestros estudiantes. ¿Cómo explicar que EEUU respeta a nuestro viajante, cuya tasa de sobreestadía ilegal es casi de cero en el país del norte? ¿Cómo explicar que EEUU nos quiere como socios y no nos teme?
Por eso, cabe felicitar a los equipos de la Cancillería y de la embajada por el trabajo que permitió llegar al magnífico anuncio del Secretario de Estado, John Kerry, esta semana. El embajador Bulnes lideró un potente trabajo para seguir avanzando en el cumplimiento de los requisitos y probablemente tuvo que vencer esta barrera anímica que relato, quizá ya más atenuada.
Es cierto, cuando dejamos la embajada, en marzo de 2012, el objetivo de la eliminación de la visa estaba lanzado, encaminado y promisoriamente avanzado, pero faltaban pasos cruciales que luego se fueron cumpliendo. Así, sin liderazgo de coordinación desde la misión en Washington es difícil que estas metas se cumplan, como sucedió hace una década con el TLC y el destacado trabajo del entonces embajador Andrés Bianchi.
La admisión de Chile al programa Visa Waiver tiene un significado mucho más profundo que evitar al viajero el ahorro de unos tantos dólares -siempre importantes- o las molestias de un trámite administrativo. Hay tres dimensiones que emergen: de reconocimiento nacional, de inclusión social y de proyección geopolítica.
Bajo la primera, EEUU otorga su confianza política a Chile en una zona que le es sensible y delicada, que es la seguridad. Ambos países pasan a ser socios en esa seguridad internacional. Aún más, la eliminación de la visa es inclusiva, porque permitirá incorporar un segmento de ciudadanos que hoy está marginado del viaje y de la proyección que ofrece EEUU. Pero el círculo virtuoso posterior, de dimensión geopolítica, es el más apasionante. Un chileno que comienza viajando a ese país, quizá quiere continuar estudiando, investigando, emprendiendo o abriéndose oportunidades en una relación bilateral que ya no es sólo comercial, sino humana.
Al comprobar, entonces, que este objetivo lanzado con horizonte de mediano plazo de entre dos y tres años se aproxima a la meta, sólo cabe creer. Chile es un gran país.
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