I Spy, He Spies, They All Spy

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Siendo sincero me tiene sin cuidado que escuchen mis conversaciones telefónicas, lean mis correos y me seleccionen automáticamente, poniéndome en la lista de sospechosos por mencionar las palabras: terrorismo, bomba, talibán o revolución.

El ex técnico de la CIA, Edward Snowden, ahora escondiéndose en China, reveló a través del periódico inglés The Guardian, que la enigmática Agencia Nacional de Seguridad –NSA- de los Estados Unidos, nos espía. Argumentó que está en contra de quienes violentan la “privacidad global”.

Esto evidencia que no es un secreto y tampoco un embuste de los activistas antiamericanos que repiten sin cesar que a todos nos vigilan desde hace mucho tiempo. Solo con poseer un celular su privacidad es vulnerada. Hay cámaras viéndonos por todos lados. El GPS es un espía móvil y la tarjeta de crédito delata a quienes pretenden echarse una canita al aire en un motel con una rubia americana o una morena latina, sean o no pro o contra comunistas.

Hace poco tiempo descubrieron un espionaje cibernético, llamado red fantasma, que operaba en China, pero no se hizo tanta alharaca porque no era estadounidense.

Una persona normal, honesta, que no le debe nada a nadie y que su mayor complot es consigo mismo haciendo trampa en la dieta, por ejemplo, no debe temer.

A quién le importa que lo oigan discutiendo con su mujer por el color de la pintura de la pared o si ella le reclama una cirugía estética o le insinúa que tome la pastilla mágica para que rinda más en la cama. Ya me imagino a esos espías morbosos escuchando el sexo virtual de miles de parejas. El gobierno estadounidense es paranoico y seguirá vigilándonos. Como lo hacen los gobiernos de China, Irán, Colombia y hasta Venezuela.

Somos maniáticos, desde el mismo momento en que el terrorismo se convirtió en la nueva guerra. Que tire la primera piedra el que no haya sentido miedo, sospecha o cuchichea, al ver a un barbudo con turbante en un avión y ahí sí quisiera tener espías capturando al “bandido”.

Lo que sí debería preocuparnos es que la información recopilada por la NSA, sea usada con fines distintos a salvaguardar el país y se emplee para acusar o chantajear a conveniencia. Estos datos esenciales y muy privados pudiesen ser un arma contra cualquier ciudadano, hasta el más inocente adultero o el que esconde secretos íntimos.

¿Quién selecciona, descarta y cómo se usan los datos? Dirán que es un asunto de seguridad nacional, pero como ciudadanos estadounidenses tenemos el derecho de pedir explicaciones.

Tendrán que rendir cuentas, también, empresas como Google, Facebook, Microsoft y Apple, que, aparentemente han sido cómplices de este acecho, poniendo a disposición de la NSA sus servidores para espiar a “sospechosos”. Era obvio que si esas compañías venden la información a publicistas para que nos bombardeen de ofertas, también entregan los datos privados con el pretexto de proteger a la nación de peligros extranjeros.

Mi único consejo, si le preocupa tanto ser vigilado, es que evite decirle a su pareja por teléfono que ella es “una bomba sexy”, o “el terror en la cama”. Podría engrosar la lista de sospechosos del gobierno federal.

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