Monsanto: Many Devils and No Saint

<--

Fundada en 1901, la trasnacional Monsanto es el agronegocio más grande del mundo, tiene su sede central en Missouri, Estado Unidos, y posee más de 400 establecimientos en 66 países, sus ganancias se cuentan por miles de millones de dólares. Monsanto también es una de las empresas que ha enfrentado mayor número de juicios en su contra, por las consecuencias producidas en los ecosistemas y en las personas que viven cerca de sus fábricas o en lugares donde se aplican sus productos.

En la década de los 60 fue contratada por el gobierno de Estados Unidos, para producir un herbicida llamado “agente naranja”, utilizado en la guerra de Vietnam para destruir la selva vietnamita y las cosechas. El “agente naranja” fue un potente químico que causó entre la población vietnamita unos 400.000 muertos y unos 500.000 nacimientos de niños con malformaciones. No sólo en Vietnam ha dejado su marca letal la empresa Monsanto, en la ciudad de Bhopal, India, en 1984, un escape de gas tóxico de una fábrica de pesticidas perteneciente a esta compañía, dejó miles de muertos y damnificados.

En El Salvador, también ha dejado su huella criminal, hace décadas en la ciudad de San Miguel, funcionó una fábrica que fue desmantelada en 1998, abandonando 94 barriles con Toxafeno. Un estudio realizado por el Ministerio de Medio Ambiente demostró contaminación del suelo y las fuentes de agua en este sitio, actualmente 400 habitantes del lugar padecen enfermedad renal crónica. Otro de los productos fabricados por Monsanto y aplicado por miles de toneladas en El Salvador ha sido el DDT. Este plaguicida se utilizó en décadas pasadas para la producción de algodón en la costa oriental salvadoreña.

En la actualidad uno de los plaguicida más utilizado en El Salvador, es el Roundup, Monsanto comenzó la producción de este herbicida en 1976 y rápidamente ha pasado a convertirse en el más vendido a nivel mundial. En el 2012 se estableció una proyección de 300 millones de galones de Roundup producidos, con ventas de 1,900 millones de dólares. Amigos de la Tierra Internacional, asegura que el Roundup está asociado a enfermedades severas y malformaciones congénitas: las comunidades que viven cerca de plantaciones, donde se aplica este producto, se ven afectadas con graves problemas de salud y sus tierras quedan envenenadas.

Asociado al uso de Roundup, está la producción de semillas transgénicas, ya que la mayoría de estas han sido desarrollados para que sean tolerantes al herbicida; además las variedades transgénicas son estériles, lo que significa que el agricultor se ve obligado a comprarlas en cada siembra, generando un muy lucrativo negocio para Monsanto, que igualmente obliga a comprar herbicidas, pesticidas y otros venenos de su misma industria.

En El Salvador ya se han dado pasos para introducir este tipo de cultivos, por ejemplo con la modificación del artículo 30 de la Ley de Semillas, que prohibía el ingreso de transgénicos. Asimismo, la Asociación de Productores Agrícolas, grupo del cual Monsanto es uno de los principales socios, ha informado que solo están esperando los permisos del Ministerio de Medio Ambiente, para cultivar 1000 manzanas con maíz blanco transgénico en el departamento de La Libertad.

De igual manera se lleva a cabo una fuerte campaña, que eleva a los plaguicidas y la biotecnología como la solución a los problemas del hambre y la pobreza en el campo.

Casualmente, los principios y valores de trasnacionales como Monsanto, son más parecidos a los de una ONG, que a los de aquellas que fabricaron el DDT o el agente naranja.

Sin embargo, la verdad es muy distante de la propaganda. Green Peace, advierte que los planes de Monsanto son convertir la producción agrícola y alimentaria mundial en un gran experimento genético, totalmente dependiente de sus semillas patentadas. La activista hindú Vandana Shiva, revela que los híbridos y los organismos genéticamente modificados producen menos nutrición por acre de tierra y son vulnerables al cambio climático, las plagas y enfermedades. La sustitución de la diversidad biológica agrícola con cultivos híbridos y transgénicos es una receta para la inseguridad alimentaria.

Asimismo, está demostrado que los transgénicos son contraproducentes para la salud. La Academia Americana de Medicina Ambiental (AAEM, por sus siglas en inglés), hizo pública en mayo de 2009 su posición sobre los alimentos transgénicos. Por la salud y la seguridad de los consumidores, llaman a establecer urgentemente una moratoria a los alimentos genéticamente modificados y a la implementación inmediata de pruebas independientes y de largo plazo sobre su seguridad.

No obstante, a pesar de los peligros los plaguicidas y transgénicos, siguen siendo un buen negocio. Según la investigadora Silvia Ribeiro, la trampa está en la inversión de lógica que las trasnacionales han logrado imponer: en lugar de etiquetar con una advertencia a los alimentos que contienen agrotóxicos y transgénicos, obligan a que se separe, etiquete y cueste más caro los alimentos orgánicos y sanos.

Afortunadamente, no todo el mundo es controlado por Monsanto, recientemente el gigante de los cultivos transgénicos, anunció que se retirará de parte del mercado Europeo. Informó al diario alemán Tageszeitung, que ya no planean intentar obtener licencias para nuevos cultivos de plantas genéticamente modificadas en Europa Occidental. Ursula Luettmer Ouazane, la portavoz de Monsanto en Alemania declaró: “Hemos llegado a entender que, por el momento, no tienen (los transgénicos) una aceptación amplia. Es contraproducente pelear con molinos.”

Igualmente cada vez son más los campesinos y comunidades agrícolas que desafían los intereses de esta trasnacional.

El escritor uruguayo Eduardo Galeano, cuenta que en el año 2010, pocos meses después del terremoto, Haití recibió un gran regalo de Monsanto: sesenta mil bolsas de semillas producidas por la industria química. Los campesinos se juntaron para recibir la ofrenda, y quemaron todas las bolsas en una inmensa hoguera.

Desde hace unos trescientos sesenta millones de años, las plantas vienen produciendo semillas fecundas, que generan nuevas plantas y nuevas semillas, los pueblos del mundo aprovechando esta bondad de la naturaleza han domesticado y desarrollado más de 7 mil cultivos alimentarios y nunca han cobrado nada, porque el dinero no lo es todo, ni siquiera es lo más importe.

Rosalío Ramírez, agricultor salvadoreño de la comunidad La Canoa, lo explica así: “a mi casa llegó un técnico de una empresa productora de semillas, el me manifestó que si compraba de sus semillas iba a tener una producción de hasta 120 quintales de maíz por manzana, con lo cual podía ganar mucho dinero, pero yo le dije que a mí no me interesa ganar dinero. Yo lo que quiero es estar saludable para vivir unos años más”

Monsanto podrá controlar el negocio de los plaguicidas y de las semillas, pero jamás la agricultura porque esta actividad humana tiene profundas raíces en la sabiduría y el corazón de millones de campesinos alrededor del mundo.



About this publication