El presidente de la Reserva Federal (Fed), Ben Bernanke, señalado por el presidente estadounidense Barack Obama como candidato a un pronto abandono del cargo, anunció el miércoles que las excepcionales medidas de estímulo monetario de la economía, que tanto diferencian a EE UU de Europa, irán retirándose paulatinamente a medida que la economía se recupere. A medidados de 2014 las rondas de Quantitative easing podrían ser historia. La Fed ya había emitido señales suficientes de que la retirada estaba relativamente próxima; y por eso Bernanke hizo pública la previsible evolución con sumo cuidado y tiempo suficiente. Pero los mercados mundiales, los de acciones y deuda, incluido el del oro, no han podido resistir la inquietud y se han desplomado. Ayudados, eso sí, por la difusión de un mal resultado del Índice chino de Gerentes de Compras, interpretado casi unánimemente como una prueba de que el Gobierno chino se dispone a restringir el flujo crediticio.
¿Está justificada está inquietud o se trata de una sobrerreacción nerviosa de los mercados? Pues hay más de lo segundo que de lo primero. Bernanke advirtió en repetidas ocasiones de que el plan de mantener los tipos sobre fondos federales en niveles casi nulos y la compra de bonos (nada menos que 85.000 millones de dólares mensuales) está condicionado a que la economía recupere la senda del crecimiento y a que la tasa de desempleo baje del 6,5%. Pues bien, la tasa de paro ha ido cayendo de forma notoria —aunque sin aumentos significativos de rentas salariales— y las proyecciones de crecimiento son satisfactorias.
Para la economía mundial, las señales de recuperación de EE UU deberían ser más valiosas que una incertidumbre momentánea de los mercados de acciones y deuda. Las caídas bursátiles y la subida de los spreads de deuda soberana revelan más la vulnerabilidad de algunos mercados, como los europeos, que una incertidumbre real sobre la superación de la fase de estancamiento. Pero en Europa todavía no se ha roto la fatal conexión entre la deuda pública de los países periféricos y sus sistemas bancarios. Se puede analizar de otro modo, más paradójico: menos estímulos monetarios en EE UU pueden acabar penalizando el retraso y la torpeza europea y prolongar la atonía y elevado desempleo. Y con ellos, la inestabilidad financiera.
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