Ortega Plays with the 'Paper Tiger'

 

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Posted on August 4, 2013.

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El 26 de julio recién pasado, al mismo tiempo que Daniel Ortega despotricaba en Cuba contra Estados Unidos, en la ciudad nicaragüense de Bluefields la embajadora estadounidense Phyllis Powers entregaba a la Fuerza Naval del Ejército de Nicaragua una donación de equipos militares valorados en casi siete millones y medio de dólares.

Algunos días después, al llegar a Nicaragua el subsecretario adjunto de Comercio para Asuntos del Hemisferio Occidental, del gobierno de Estados Unidos, para reunirse con representantes del Gobierno y de la empresa privada nicaragüense con quienes habló de fortalecer todavía más el intercambio comercial entre los dos países, que mayormente ha favorecido a la parte nicaragüense, Daniel Ortega estaba en Ecuador participando en una cumbre de gobernantes del Alba y desde allá lanzó sus habituales improperios contra los supuestos “imperios” de Estados Unidos y Europa occidental.

Pero estas solo han sido dos muestras recientes de la contradicción entre el lenguaje agresivo de Daniel Ortega contra Estados Unidos y la conducta del gobierno de este país hacia Nicaragua. Sin embargo, la retórica de Ortega no parece perturbar a las autoridades estadounidenses, que solo de vez en cuando han reaccionado a determinados hechos del orteguismo —como los fraudes electorales y la turbiedad presupuestaria— con medidas como la suspensión de la Cuenta Reto del Milenio y del waiver de la transparencia fiscal en los últimos dos años.

Según opinan algunos diplomáticos y expertos en las relaciones de Estados Unidos con Nicaragua, esta situación se explica porque para el gobierno estadounidense lo importante no es lo que Ortega dice, sino lo que hace. Consideran que mientras el régimen orteguista colabore en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo que amenaza a Estados Unidos, a las autoridades de este país no les importa que Ortega se siga divirtiendo con sus anacrónicos discursos antiyanqui.

En realidad, Ortega, para satisfacer públicamente y motivar ideológicamente a sus seguidores ataca con su retórica agresiva a Estados Unidos y Europa occidental, pero en la práctica no hace nada que realmente pueda perjudicar los intereses estadounidenses y europeos. Al menos no lo ha hecho hasta ahora. ¿Además, cómo se podría creer en el discurso virulento de Ortega contra el capitalismo, si al mismo tiempo permite el desarrollo capitalista y son él y su familia los más feroces capitalistas y acumuladores de riqueza que hay en Nicaragua?

Sin embargo, en esta conducta dual de Daniel Ortega hay también algo de ideología. Para Ortega y sus congéneres del Alba Estados Unidos es un tigre de papel, como lo calificara Mao Zedong. Para ellos Estados Unidos es un poder imperial en decadencia y retroceso, que dentro de pocos años será desplazado por China como la mayor potencia del mundo.

Pero sobre todo Daniel Ortega debe estar claro de que el modelo económico chino no es socialista ni comunista, sino capitalista y en la más ordinaria y primitiva de sus versiones. Ortega sabe muy bien que lo único comunista del modelo chino es el totalitarismo político, el cual se ajusta perfectamente a su interés de detentar el poder mientras viva, y de heredarlo a quien él quiera, mientras la familia se sigue enriqueciendo hasta donde las posibilidades de Nicaragua se lo permitan.

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