The United States and Global Warming

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EE. UU. y el calentamiento global

Desde que el presidente de EE. UU., Barack Obama, informó sobre la nueva política estadounidense sobre el clima, muchos observadores han creído que ese país está nuevamente atacando al calentamiento global, luego de una década de ser el “chico malo” del clima. Sin embargo, esto es erróneo. Obama ha brindado tanto ideas brillantes como inútiles para hacer frente a este problema real. Por desgracia, las ideas inútiles son aquellas tomadas de las políticas climáticas que no funcionaron para la Unión Europea (UE), Japón y Australia.

Las ideas útiles son las usualmente descartadas por la mayoría de los defensores del clima.

Para que las nuevas políticas estadounidenses sean dignas de llevarse adelante, se necesita confrontar tres fantasías en relación con el clima:

Las energías renovables serán en breve la mayor parte de la solución. No, son casi triviales. Actualmente, el mundo obtiene el 81% de su energía de los combustibles fósiles —para el 2035, en el mejor de los escenarios, aún estaremos obteniendo el 79% de los combustibles fósiles—. La energía eólica y solar en todo el mundo se incrementará del 0.8% al 3.2%. Impresionante, pero no será lo que importe.

Los biocombustibles jugarán un papel más relevante en la solución. No. Por ahora, los biocombustibles simplemente derivan comida hacia los automóviles, permitiendo que suban los precios de los alimentos y el hambre, en tanto la tala de bosques, a fin de lograr nuevas áreas para plantaciones, provoca mayor emisión de CO2 que aquella que los biocombustibles ahorran.

La eficiencia puede cortar las emisiones. No. Mientras que la eficiencia es buena, diversos estudios han demostrado que tiene un escaso impacto climático, debido a que el valor de su ahorro es consumido por un mayor uso. En tanto su auto se vuelve más eficiente, lo maneja más, y el dinero que ahorra es utilizado para otras actividades en las que hay emisión de carbón.

Sin embargo, cuidadosamente implementado, el plan de Obama también muestra la manera en la que el mundo puede encarar las tres verdades sobre el clima.

El fracking es la solución ecológica de la presente década. Obama reconoce en el gas un “combustible puente”. Más limpio y barato que el carbón, el gas obtenido por el proceso de fracturación hidráulica ha eliminado hasta 500 millones de toneladas de las emisiones de CO2 en EE. UU. En tanto las energías renovables cuestan a EE. UU. y a la UE varios miles de millones, el fracking ha ahorrado a los consumidores estadounidenses US$125 mil millones anuales en menores precios por energía. El fracking implica problemas medioambientales a nivel local, pero estos pueden ser tratados con una buena regulación.

La adaptación es una medida inteligente. Obama hace lo correcto al enfatizarlo, mientras que en otros países se evita hasta discutir el asunto. Humedales, barreras de marea y napas subterráneas podrían haber reducido en gran medida el impacto del huracán Sandy en Nueva York, independientemente de cuán poco haya impactado el calentamiento global en el huracán.

Finalmente, necesitamos innovar en materia de energía ecológica a largo plazo. Obama sugiere crear un fondo de US$7 mil 900 millones, estableciendo nuevamente un ejemplo para otros países.

Obama se ha dado cuenta de que mientras la energía ecológica sea mucho más cara que los combustibles fósiles, permanecerá siempre como un nicho, subsidiado por los países ricos como una forma de sentirse bien. Pero si la innovación convierte a las futuras fuentes de energía ecológica en recursos más baratos que los combustibles fósiles, todos —incluidos chinos e indios— cambiarán.

Es algo similar a lo ocurrido tras 30 años de investigaciones en EE. UU., que revelaron que el gas obtenido del fracking es más limpio y más barato que el carbón, lo que produjo una reducción histórica en las emisiones de CO2 en ese país, dos veces más que la reducción obtenida por la UE/Kyoto.

La fantasía final que todos debemos enfrentar ahora es la idea de que las negociaciones internacionales pueden de alguna manera producir reducciones significativas. Hemos intentado esto por más de 20 años y hemos fallado —desde Kyoto hasta Copenhague— y fallaremos de nuevo en el 2015, en París. Más de 180 países no reducirán significativamente las emisiones de CO2 provenientes de los combustibles fósiles que potencian su crecimiento económico.

En lugar de esto, necesitamos seguir el liderazgo de EE. UU. en la innovación ecológica. Los modelos económicos muestran que esta es, por lejos, la mejor política climática a largo plazo. Si todos invirtiéramos más en innovar para bajar el costo de la futura energía ecológica, podríamos asegurar que las nuevas tecnologías, como los paneles solares 2.0 o 3.0, podrían dejar fuera de competencia a los combustibles fósiles y resolver realmente el calentamiento global.

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