Obama Could Set the Middle East Ablaze

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Es posible que al leer estas líneas hayan empezado a caer los primeros misiles contra Siria en una guerra intervencionista con Estados Unidos a la cabeza, como siempre, para “castigar” al Presidente sirio Bashar Al Assad, por haber ordenado, según los informes de inteligencia de los interventores, el uso de armas químicas contra su propio pueblo.

El mundo se ha percatado que históricamente los Estados Unidos justifica intervenciones militares inventando excusas. Típicas operaciones de bandera falsa. De allí la reticencia de líderes políticos ingleses, franceses y hasta de los mismos estadounidenses por embarcarse en una confrontación bélica. El lunes, Al Assad advirtió, durante una entrevista al periódico Le Fígaro, que Oriente Medio es un barril de pólvora y que el fuego se aproxima. En ella asegura que una intervención militar desatará una guerra regional.

El mandatario sirio tiene razón. Las fronteras en esa zona son un hervidero. Turquía, Irán, Irak, Líbano, Israel, son altamente explosivas. Rusia y China también tienen mucho que decir en este complejo tablero de la geopolítica en donde la industria militar de las potencias de cualquier color político o ideológico, se frotan las manos para sacar el mejor provecho sin importar que mueran decenas, centenares, miles de civiles, destrozados por los cohetes lanzados desde gigantescas naves de guerra desplazadas en el Mediterráneo y de las incursiones aéreas desplegadas por los gobernantes que se creen con el derecho de “castigar” a placer a quienes tienen la osadía de desafiarlos.

Hay otros países árabes como Arabia Saudí y Catar que, según la prensa extranjera, han financiado la guerra que combatientes sirios y mercenarios llevan a cabo desde hace dos años para tratar de derrocar a Al Assad. En un segundo plano podría haber quedado en el teatro de operaciones las diferencias entre suníes y chiíes. Los países árabes que apoyan la rebelión contra el Presidente sirio son de mayoría suní o al menos sus monarcas pertenecen a esa rama del Islam. La familia de Bashar Al Assad es alauí, identificada con el chiísmo.

Hasta ahora no hay una razón poderosa para justificar la agresión contra Siria. El Presidente de EE.UU., Barack Obama, no quiere pagar en solitario las consecuencias de arrastrar a su país a otra guerra y por ello ha pedido el apoyo del congreso para compartir los costos.

Obama, no tengo dudas, dará la orden de atacar. Quisiera estar equivocado. Sin embargo, ¿qué pasará no solamente en Siria, sino en Oriente Medio después del primer ataque? ¿Ya sopesó el Presidente Obama las consecuencias de su decisión?

Algunos entendidos en la materia dicen que los congresistas se la pondrán difícil al Presidente debido a que el próximo año hay elecciones legislativas y no quieren perder la oportunidad de reelegirse tomando en cuenta que la mayoría de la opinión pública estadounidense no avala la intervención.

“Nos vamos a defender, sorprenderemos al mundo”, dijo hace algunos días el titular de exteriores sirio Wallid Maullen ante el eventual ataque contra su país. Importantes líderes mundiales como el Presidente ruso Vladimir Putin, han pedido “prudencia”, y Pekín ha dicho que las potencias occidentales se están precipitando sacando conclusiones sobre el uso de armamento químico.

Gobernantes latinoamericanos como Daniel Ortega de Nicaragua, Nicolás Maduro de Venezuela, Dilma Roussef de Brasil y Cristina Fernández de Argentina, entre otros, han rechazado públicamente una intervención. En la misma línea que Al Assad, el Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, dijo recientemente que una intervención militar sería “catastrófica para los países de Oriente Próximo y el norte de África”. Seguro habla de Egipto, Libia y Túnez.

¿Encontrará el Presidente del Nobel de la Paz (Obama) los aliados que busca para hacer la guerra, o los Estados Unidos apretarán el botón en solitario para “castigar” a Al Assad? Ojalá recapacite el mandatario estadounidense y aquellos que, como el Presidente de Francia, Francois Hollande, cuya popularidad es la más baja de un dignatario francés desde 1958 con un índice de aprobación del 26%, está que “rasca” por acompañar a los Estados Unidos en esta guerra. Quizás piensa que así remontará esos índices negativos por su gestión económica un tanto desastrosa.

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