Thirst for the East

Edited by Kyrstie Lane

 

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Parece que no hay capitalismo que sobreviva sin guerras, sin hambres, sin exclusiones. El mundo está a punto de ver cómo la Guerra de Irak se repite de manera casi idéntica, solo que ahora en Siria. Cuando Obama anunció que el único motivo que les haría cruzar la línea roja para intervenir militarmente Siria sería que el gobierno de ese país usara armas químicas, estaba realmente diciendo que atacarían. ¿O no fue ese el mismo pretexto que se usó para hacer la guerra en Irak, sin que a la fecha se encontraran pruebas de armas químicas por ninguna parte y sin que el responsable de ordenar tal ataque armado haya pasado por la justicia?

Pero ¿hay realmente armas químicas en Siria o de nuevo estamos ante una jugada —no tan maestra— en el tablero donde se mueven los intereses geopolíticos y geoestratégicos del mundo? Cierto es que ahora Estados Unidos la tiene más complicada que en el caso de Irak, porque entre quienes quieren derrocar al gobierno sirio hay superadversarios del Pentágono, como por ejemplo Al Qaeda. El motivo es uno, pero los protagonistas anti-Siria no han sido precisamente aliados, o al menos no ante los ojos del mundo.

El petróleo, el gas y/u otros recursos seguirán siendo el motivo oculto y real debajo del tapete de guerras como esta, pero me da la impresión de que la mediatización de la guerra en noticieros televisivos, periódicos, radios y películas a lo Hollywood, donde abundan las armas y los estallidos, ayuda a la ciudadanía mundial a picar el anzuelo que justifica las guerras y mantiene a una de las industrias más rentables del planeta: la armamentista. “La guerra se vende mintiendo como se venden los autos; son operaciones de marketing y la opinión pública es el target”, dijo Eduardo Galeano hace poco.

Los pueblos del mundo no podemos seguir siendo cómplices de guerras que desintegran naciones enteras, que provocan desarraigos profundos, que parten el mundo tan ilusoriamente en buenos y malos, y que nos hacen dar pasos atrás como civilización. Entendemos que vamos tras un mundo democrático, pero también sabemos que las democracias no son democracias únicamente porque la gente vota, y que la ciudadanía no es ciudadanía solo porque se cuenta con un documento de identificación. Eso es innegable. Pero sabemos también que hay grados de democracias o democracias que saben a tiranías. La bandera de la democracia y la libertad ha sido usada como pretexto para intervenir militarmente naciones y arrasar pueblos enteros, sin observar la profundidad e importancia de problemas étnicos, culturales y territoriales anteriores.

Siria se debate entre un Assad, que lleva décadas de imponer su gobierno a sangre y fuego, y un Al Qaeda, que tiene aterrorizada también a la población. Cierto. Si hay armas químicas, veremos bocas espumeantes, cuerpos fríos y miles de muertos. Pero si no las hay, veremos bombas cayendo inútilmente sobre miles de vidas inocentes, que serán reemplazadas al día siguiente por los señores de la guerra. De un mismo lado Estados Unidos, la Otán, el Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Canadá, Turquía, Arabia Saudita, Qatar y Jordania. Del otro, la paz del mundo en juego, una vez más.

cescobarsarti@gmail.com

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