Will Bipartisanship Be Maintained in the United States?

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La extrema derecha estadounidense, popularmente conocida como el “Tea Party”, está muy lejos de haber sido derrotada. Aun cuando no prevalecieron en la última batalla escenificada en Wáshington en torno al presupuesto y la legislación sobre cuidado médico, el fracaso no les ha quitado empuje. Ya en Estados Unidos se habla de un “estado de guerra civil” dentro del Partido Republicano en el que este grupo ultra, en lugar de estar a la defensiva, ha tomado la ofensiva.

Su estrategia se está dirigiendo a las primarias que se estarán celebrando en muchos estados a principios de 2014. Allí se escogerán los candidatos que se presentarán al electorado en noviembre de ese año donde estarán en juego la totalidad de los escaños de la Cámara de Representantes y un tercio de los asientos del Senado. Su objetivo será tratar de desbancar a los que la prensa estadounidense llama “establishments Republicans” o “moderados”, particularmente a los que hace algunas semanas se unieron a los Demócratas para terminar con el cierre gubernamental.

El propio escaño de Mitch McConnell, senador por Kentucky y portavoz de la minoría Republicana, es uno de los que se disputarán en primarias y a su oponente lo estará apadrinando el Tea Party. Lo mismo ocurre en, al menos, otras cinco contiendas por escaños senatoriales actualmente en manos de Republicanos tradicionales.

En la Cámara se manifiesta el mismo fenómeno, aunque allí los ultras se sienten más cómodos porque cuentan con un sólido grupo de alrededor de 50 congresistas cuyos escaños no corren peligro alguno. Ese grupo, con toda probabilidad, resultará reelecto en noviembre de 2014 porque provienen de distritos considerados “seguros”. Manipulando el trazado de los distritos electorales desde las legislaturas estatales, se han asegurado un apoyo a prueba de cualquier reto. Son mayormente distritos rurales o sureños con población blanca de ingresos medios, de poca educación y alta religiosidad.

¿Qué efecto tendrá la nueva ofensiva de los ultras del Tea Party? Lo que ocurrió en las elecciones de 2012 con uno de los escaños senatoriales de Indiana nos puede servir de ejemplo. En la primaria previa lograron imponer la candidatura de un tal Richard Mourdock derrotando al histórico Richard Lugar, quien llevaba más de 30 años en el cargo. Tal vez algún lector recuerda que este Mourdock, ignorante y muy religioso como muchos de los del Tea Party, fue el que dijo, hablando en contra del derecho al aborto en una entrevista, que una mujer violada, si “se cierra” puede evitar la concepción. Si queda encinta, nos quiso decir, es su responsabilidad. Alarmada ante estas posturas, en las elecciones generales la mayoría optó por el candidato de los Demócratas, Joe Donnelly, a pesar de que Indiana es un estado históricamente Republicano.

La conclusión que surge de estas experiencias es que los ultras del Tea Party pueden dominar en muchos distritos representativos pequeños, pero otra es la historia cuando compiten a nivel de todo Estados Unidos o, inclusive, a nivel de un estado, con la excepción de Texas. Otro ejemplo de este fenómeno es lo que ocurrió con la candidatura de Mitt Romney a la presidencia de Estados Unidos en las elecciones de 2012. Para ganar la primaria adoptó muchas de las posturas de los ultras y luego las mantuvo durante las elecciones generales marginándose de la mayoría de los estadounidenses.

Ante este cuadro, los estrategas Republicanos deben estar discutiendo cómo evitar que los ultra del Tea Party -de ordinario más militantes y mejor organizados que todas las otras facciones conservadoras- se impongan en las diversas primarias de principios de 2014. Si eso ocurre, la probabilidad de que los Demócratas mantengan el control del Senado mejoran y hasta podría cambiar de partido el control en la Cámara.

Esta situación también está llevando a algunos a preguntarse hasta cuándo podrá mantenerse el bipartidismo dentro de la política norteamericana. Todos sabemos que, más que partidos homogéneos, el Republicano y el Demócrata son amplias coaliciones de grupos regionales y de varias tendencias ideológicas. Estos diversos grupos y tendencias compiten entre sí durante la fase de primarias y luego la mayoría de ellos se junta para las elecciones generales. La fortaleza de esa unidad en muchas ocasiones determina el resultado de la contienda porque si algún sector importante que resultó derrotado se niega a apoyar al que quedó victorioso, la balanza se inclinará a favor del opositor.

El Tea Party, por su nivel organizativo, su capacidad para levantar fondos y por la virulencia de sus posturas políticas, es una facción muy distinta a las que tradicionalmente han convivido dentro del Partido Republicano. Ha calado hondo en la derecha religiosa y tiene una presencia importante en los medios de prensa, mayormente en las cadenas de radio. Esa realidad los ha convertido en una fuerza determinante en la fase de primarias. En ocasiones, cuando no logra prevalecer, no pone ningún interés en apoyar al que resulte victorioso entre los conservadores. En la práctica, más que una facción, se ha ido convirtiendo en otro partido.

Lo que sucedió tras la reciente confrontación en Wáshington dramatiza lo difícil que será mantener la unidad dentro de los Republicanos y, por tanto, el bipartidismo estadounidense. La estrategia del Tea Party resultó derrotada en el Congreso y repudiada por la gran mayoría de los estadounidenses. Ellos, sin embargo, no se sienten derrotados, sino todo lo contrario y en lugar de buscar acomodo han decidido ir por la cabeza de los Republicanos “traidores”.

Ante ese cuadro, resulta pertinente preguntarse hasta cuándo aguantará la unidad interna de los Republicanos.

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