Kennedy, 50 Years Since His Death

Edited by Robert O’Connor

 

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Kennedy, a 50 años de su muerte

Todo el mundo, literalmente, se conmovió el 22 de noviembre de 1963, cuando el presidente estadounidense John F. Kennedy se convirtió en el principal actor de uno de los magnicidios más famosos del siglo XX. Pasados 50 años, el análisis de cómo era esa época no ha podido esclarecer las causas del crimen y, por ello, a pesar de ese largo tiempo y de los cambios sufridos por el mundo de entonces, el tema del exgobernante y el de sus familiares cercanos aún despierta interés.

Con el asesinato de Kennedy se abrió una etapa de atentados contra la vida de personajes políticos de la Unión Americana. Cinco años después, caían víctimas de las balas asesinas tanto Robert Kennedy como Martin Luther King, y luego el líder activista negro Malcolm X. Pero también los presidentes no se libraron de atentados. Gerald Ford escapó de ser baleado y Ronald Reagan fue impactado por un asesino, pero pudo salvar su vida de manera milagrosa. Se acrecentó la percepción popular de que la realidad política estadounidense refleja un elevado nivel de violencia armada, como ocurre con la vida estadounidense en general.

La figura de Kennedy debe ser vista en sus diversas facetas, de las que las personales han sido el tema central de numerosos artículos, libros y películas, al considerarse que la familia y el apellido son lo más cercano a una dinastía estadounidense. Sin embargo, pocas personas pueden dudar de que sea imposible conocer en realidad cuáles fueron las verdaderas circunstancias del asesinato, cuyos numerosos y variados misterios parecen quedarse para siempre en el nebuloso lugar donde han estado desde ese medio siglo.

Los siguientes mandatarios estadounidenses nunca lograron tener la misma imagen del único presidente católico. Y esto se debe a que de manera irónica, la opinión pública del país y del mundo comenzó a pensar en los gobernantes como en seres de carne y hueso. Al hacerlo, es lógico que se vaya disminuyendo la buena imagen de la presidencia de Estados Unidos. En esto sobresalieron Nixon, por razones de política, y Clinton, por motivos de actitud personal.

Estados Unidos es distinto. Su posición de megapotencia ha disminuido, mientras su archirrival soviético se hundió en 1989. El surgimiento de nuevos poderes políticos no tradicionales y ajenos a las potencias europeas ha significado una alteración en el balance de poder, de una manera que el presidente Kennedy jamás pudo llegar a sospechar siquiera. Pese a ello, su lugar en la Historia está asegurado y su error más serio lo constituye el tema de Vietnam, que se convirtió en un trago amargo para los ciudadanos estadounidenses, que por primera vez atestiguaron la derrota militar y política de su país.

Para las generaciones latinoamericanas, la figura de Kennedy tiene motivos para ser analizada con serenidad. Esto no significa una aceptación total de sus acciones, sino solo de que se trata de uno de los hombres que marcaron la historia del mundo de la Guerra Fría, etapa de la cual Guatemala tiene mucho qué sufrir y llorar.

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