A lavarse las manos como Poncio Pilatos. Así hizo Dean Boyd, vocero de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense, quien se negó a confirmar hace un par de días atrás si el nombre denunciado por el Partido Pakistan Tehrik-e-Insaf (PTI) como el del jefe de la estación de la CIA en Islamabad era su hombre en la criminal guerra de los drones que asesinan por igual a «terroristas» que a inocentes niños.
También se pasó con ficha una poderosa agencia noticiosa, que en su información del asunto hizo gala de “objetividad periodística”: “The Associated Press no está publicando el nombre divulgado por el partido Pakistan Tehrik-e-Insaf porque no ha podido verificar su autenticidad”. Igual hicieron The Washington Post y The New York Times para “proteger la vida de un agente encubierto y su familia”.
El miércoles, Shirin Mazari, secretaria de Información de la agrupación política paquistaní pidió que Craig Osth, a quien sindicó como jefe de la CIA en Paquistán, y el director de esa agencia de espionaje y guerra sucia, John Brennan, sean juzgados por asesinato y por librar la guerra de los drones contra Paquistán, y específicamente señaló el ataque del 21 de noviembre contra una madrasa o escuela islámica, en el distrito Hangu de la provincia noroccidental de Khyber Pakhtunkhwa, que mató y lesionó a un gran número de personas, incluidos niños, aunque agentes de la inteligencia paquistaní y las autoridades estadounidenses dijeron que solo murieron cinco milicianos afganos, entre ellos el subjefe de uno de los grupos “más peligrosos” que combaten a las fuerzas estadounidenses en Afganistán.
La denuncia incluía otro dato: Craig Osth reside y opera desde la Embajada de EE.UU. en Islamabad, lo que es una clara violación de las normas diplomáticas y de las leyes internacionales, porque una misión extranjera dentro de un Estado soberano no puede ser utilizada como sede para actividades criminales.
Recordaba que un Jefe de Estación CIA no es un puesto diplomático y por tanto no goza de inmunidad, y aunque Osth no es ciudadano paquistaní, de acuerdo con el Código Penal de Paquistán podía ser sujeto de su jurisdicción.
El PTI que dirige Imran Khan, además de desenmascarar a Osth, demandó que no se le permita salir del país y que se le lleve a juicio por asesinato y crímenes de guerra por su papel en los continuos ataques con drones.
Desde 2004 -bajo la administración de George W. Bush, el hijo-, la CIA ha lanzado cientos de ataques con drones contra el noroeste de Paquistán; una estrategia de guerra potenciada por el Gobierno de Barack Obama, y han defendido esas operaciones porque eliminan “terroristas” -dicen que más de 800, entre ellos importantes jefes-; sin embargo, Daniel L. Byman, del tanque pensante estadounidense Brookings Institution, informa en un estudio que los golpes de drones han matado “unos diez civiles” por cada “jefe mediano o alto (de Al Qaeda y el Talibán)”.
Hurgando en Internet no hay una imagen adecuada de Osth para conocer sus rasgos, pero ese nombre coincide con el de Craig Peters Osth, quien en 1999 era jefe de la estación CIA en Brasil. Allí fue vinculado por la revista Carta Capital con una historia de encubrimiento que relacionaba a oficiales de la agencia de espionaje con la instalación de escuchas telefónicas al entonces presidente del país, Fernando Enrique Cardoso.
Demasiado familiar el escenario al de estos momentos, cuando la actual presidenta brasileña, Dilma Rousseff, y la empresa estatal Petrobras fueron también objeto del igual práctica de vigilancia y espionaje por parte de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de Estados Unidos.
De acuerdo con el sitio web Cryptome, el registro del 110 Congreso de Estados Unidos (2007-2008), Craig Peters Osth estuvo en la lista de nominados a ser “Oficiales y secretarios consulares y el servicio diplomático de EE.UU.”; y también puede encontrarse que Craig P. Osth reside en el estado de Virginia, en el 11641 Charter Oak Ct, apartamento 30, de Reston.
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