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Posted on December 10, 2013.
Desde el ataque a las torres gemelas, los gobernantes norteamericanos abandonaron la dominación férrea del continente latinoamericano, al enfrascarse en guerras invasoras y desgastantes en Afganistán, Irak, Libia y, actualmente, la amenaza sobre Siria. Estas constituyeron el pretexto en la búsqueda de sus objetivos en el Medio Oriente. Desde entonces, avanzaron los procesos democrático-populares y revolucionarios en nuestro continente.
Las agresiones e invasiones militares de USA y sus socios, Francia e Inglaterra, llevadas a cabo en el Medio Oriente, se convirtieron en un revés político-diplomático, militar y económico para las potencias del sistema capitalista-imperialista mundial. Este fracaso se refleja en la aguda crisis de países europeos y la bancarrota de los Estados y ciudades norteamericanas como Detroit, otrora emporio económico.
De ahí la necesidad apremiante de sobrevivencia del sistema, definiendo objetivos militares y geopolíticos para apoderarse de las riquezas petrolíferas y demás recursos naturales de los países emergentes que luchan por su independencia económica y política. En este contexto se enmarca la mirada nuevamente de los mandatarios norteamericanos a Latinoamérica.
El secretario de Estado, John Kerry, expresó que América Latina constituye su patio trasero, aunque, posteriormente, anunció sin pena ni gloria el fin de la doctrina Monroe (?). Las constantes visitas de jerarcas de la política norteamericana como Obama en la cumbre de las Américas en 2009 y Costa Rica en Mayo del 2013; del vicepresidente Baiden y el secretario de Estado a Colombia y Brasil; la constitución inmediata de la iniciativa del Pacífico con gobiernos afines a USA para torpedear el ALBA; la profundización de la crisis y militarización de Colombia; el espionaje a la presidenta Rousseff; los intentos de desestabilización y magnicidio contra el presidente Maduro, constituyen, entre otros, señales concretas de la preparación de la contra-ofensiva de los halcones norteamericanos contra los procesos emancipadores y liberadores latinoamericanos.
A pesar de estar enfrascados en sus guerras intervencionistas, no abandonaron completamente a su suerte los procesos de cambios en América Latina. Mantuvieron la presión logrando llevar a efecto planes macabros, golpeando a gobiernos que se escapaban de su esfera de influencia. Sin embargo, fracasaron en sus intentonas.
A pesar de todos los esfuerzos de unidad e integración del continente, la disparidad ideológica y política existe. Países y gobiernos afines a los dictados políticos de la Casa Blanca no escatimarán esfuerzos para torpedear los avances democráticos y unitarios. Sirven como plataforma de agresión contra países que han osado cambiar el rumbo actual de la historia. Es el caso de Colombia con Uribe, Santos y demás oligarcas que ostentan el poder político.
Las provocaciones de Colombia contra Nicaragua, producto del fallo de la Corte, la posición oficial del presidente Santos de que el fallo no es aplicable y, por lo tanto, inaceptable para Colombia, constituyen posiciones de fuerza que violentan el derecho internacional. Dichas provocaciones tienen objetivos claros y precisos. Desestabilizar todo en función de preparar el terreno para la embestida imperial.
Profundizar la democracia participativa y protagónica, de manera constante constituye el eslabón fundamental para frenar las pretensiones norteamericanas. Paralelamente, los sectores populares, intelectuales, democráticos y revolucionarios de los países de tendencia derechista, deben diseñar políticas y estrategias para alcanzar el poder en sus respectivos países. De esta forma Latinoamérica será más fuerte para negociar desde una mejor perspectiva contra las potencias hegemónicas y desterrar el concepto chovinista, excluyente y de dominación de “patio trasero”.
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