Every trimester, leading fund managers in the United States release their investment strategies. That of Berkshire Hathaway, Warren Buffett’s financial arm, is one of the most followed on Wall Street. His interest in companies “made in the USA,” especially large ones, is well-known. What they didn’t expect on the trading floor was that he would announce he was taking a stake in the Exxon Mobil oil company.
Though surprising, this investment is no accident. Buffett has spent years believing in an energy renaissance in the U.S. He holds positions in ConocoPhillips and Suncor Energy, and he owns the Burlington Northern Santa Fe Railway Company, with which he controls the infrastructure to transport the oil and natural gas coming from the new fields that are being tapped in the country’s heartland and in Canada.
Buffett’s maneuver reflects the frantic energy race in which the U.S. is engaged, which will have important ramifications for its economy and its relations with the rest of the world. Dennis Ross, former negotiator for the U.S. in the Middle East, recently showed how energy self-sufficiency can alter the balance of power in the region.
The diplomat’s fear is that the U.S. may recede as a power in the region because it no longer depends on oil from the Persian Gulf. Other analysts see something similar regarding Venezuela and other oil-producing countries in Latin America. “Energy developments in the United States are profound and their effect will be felt well beyond North America — and the energy sector,” says the International Energy Agency in one of its outlook reports.
The numbers are there. Last October, the Department of Energy forecasted that this year the U.S. will already be the world’s largest oil and natural gas producer, surpassing Russia and Saudi Arabia. This is explained by the amount of hydrocarbons being extracted in Texas and North Dakota, not to mention the natural gas extracted from porous rock in some East Coast states.
Five years ago, the U.S. produced less than 20 million barrels per day of oil and natural gas, evenly spread between the two. Russia exceeded this level with both fossil sources combined, whereas Saudi Arabia was the largest crude oil producer. Total American production is now approaching 25 million barrels; its oil exceeds that produced by Saudi Arabia.
The key to this increase lies in shale exploration. There are a dozen countries trying to find a viable model to extract natural gas trapped in rock formations. But the U.S. is clearly ahead, despite the controversy generated by this extraction technique. It currently represents over 40 percent of total natural gas production in the U.S. and 15 percent in Canada.
And it would be an even greater share, were it not because the capacity of the infrastructure to transport all this energy is limited. Turning again to Buffett’s case, ConocoPhillips has numerous projects in progress in Athabasca, Alberta, while Exxon Mobil has 4 billion barrels in proven reserves in oil shale deposits in Canada. As for Suncor, it is the largest producer in tar sands.
The Department of Energy forecast is that oil production in the U.S. will remain at 10 million barrels per day between 2020 and 2040. In the case of liquid fuels, it will increase to 18 million barrels per day in 25 years. This will allow a reduction in net imports to 25 percent in 2016, down from 60 percent in 2005.
Cada trimestre, los grandes gestores de fondos en Estados Unidos dan a conocer sus estrategias de inversión. La de Berkshire Hathaway, el brazo financiero de Warren Buffett, es de las más seguidas en Wall Street. Es conocido su interés por las corporaciones “made in USA”, sobretodo si son grandes. Lo que no esperaban en el parqué era que anunciara que entraba en el capital de la petrolera Exxon Mobil.
Aunque sorprendente, la apuesta no es casual. Buffett lleva años apostando por el renacimiento energético de EE UU. Tiene en posiciones en ConocoPhillips y Suncor y es propietario de la compañía ferroviaria Burlington Northern Santa Fe, con la que controla la infraestructura para dar salida al petróleo y el gas natural que emerge de los nuevos yacimientos que se explotan en el interior del país y Canadá.
La maniobra de Buffett es un reflejo la frenética carrera energética en la que está inmersa EE UU, que va a tener importantes implicaciones para su economía y en sus relaciones con el resto del mundo. Dennis Ross, antiguo negociador para Oriente Medio, puso en evidencia recientemente como la autosuficiencia energética puede trastocar el equilibrio de fuerzas en la región.
El temor del diplomático es que haya un repliegue de EE UU como poder en la zona, porque ya no depende del petróleo del Golfo Pérsico. Algo similar ven otros analistas con Venezuela y otros países productores en América Latina. “Los efectos de la evolución energética de EE UU se sentirá más allá de Norteamérica y de la industria”, señala la Agencia Internacional de la Energía en uno de sus informes sobre tendencias.
Las cifras están ahí. El pasado octubre, el Departamento de Energía anticipaba que EE UU será ya este año el principal productor de petróleo y de gas natural del mundo, con lo que supera a Rusia y Arabia Saudí. Se explica por la cantidad de hidrocarburos que se están explotando en Texas y Dakota del Norte, por no dejar de mencionar el gas natural que se extrae de la roca porosa en algunos Estados de la costa este.
Hace cinco años, EE UU producía por debajo de 20 millones de barriles diarios de petróleo y gas natural, repartidos a partes iguales. Rusia superaba ese nivel combinando las dos fuentes fósiles, mientras que Arabia Saudí era el mayor productor de crudo. Ahora la producción total estadounidense se acerca a los 25 millones de barriles y supera en el petróleo al país árabe.
La clave de este repunte está en las exploración del esquisto. Hay una docena de países tratando de dar con un modelo viable para explotar el gas natural atrapado en las formaciones rocosas. Pero EE UU es la que va claramente por delante, pese a la controversia que genera esta técnica de extracción. En la actualidad representa más del 40% de la producción total de gas natural en EE UU y el 15% en Canadá.
Y sería aún mayor, de no ser porque la capacidad de la infraestructura para transportar toda esta energía es limitada. Volviendo al caso de Buffett, la petrolera ConocoPhillips cuenta con numerosos proyectos en marcha en Athabasca (Alberta) mientras que ExxonMobil tiene 4.000 millones de barriles en reservas probadas en depósitos de esquisto en Canadá. Suncor, por su parte, es el mayor productor en arenas petrolíferas.
La proyección del Departamento de Energía es que la producción de petróleo de EE UU se mantenga en los 10 millones de barriles diarios entre 2020 y 2040. En el caso de los combustibles líquidos, subirá a 18 millones de barriles diarios en dos décadas y media. Eso permitirá reducir las importaciones netas al 25% en 2016 frente al 60% en 2005.
Este repunte en la explotación de los recursos fósiles no se está viendo acompañado, sin embargo, por un incremento de la inversión en las denominadas como energías limpias, que se presentó en el pasado como otro de los componentes clave para abrir el camino hacia la independencia. Al contrario, cayó un 41% en el último año. El gas natural es mucho más barato de extraer y lucrativo para las petroleras.
La idea de la autoabastecimiento era impensable hace cinco años. Ahora es posible que EE UU y Canadá se conviertan en exportadores netos de petróleo y gas natural en 2025, superando a los países de Oriente Medio. El Departamento de Energía está empezando a relajar las restricciones que aplica a las exportaciones de gas natural. Su proyección es que para 2018 sea exportador neto de todas las formas de gas natural.
Con todos estos depósitos a mano, la atención de EE UU rota claramente hacia Asia. Es lo que está haciendo también Canadá, anticipando que su vecino y principal socio comercial al sur del continente norteamericano ya no va a necesitar tanto de sus recursos energéticos para alimentar su economía. Pero este ajuste en el equilibro del poder en el mercado energético también puede afectar a la relación con Europa.
Al producir su propia energía, reduce el desequilibrio en la balanza exterior y la economía se beneficia de una reducción en el precio del combustible que demanda su industria, lo que le da una importante ventaja competitiva. Eso explica por qué algunas multinacionales están volviendo a incrementar sus operaciones en el país. No solo se reducen los costes de producción para la manufactura, también los del transporte.
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