US Tries To Contain an Asian Giant

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Estados Unidos y la contención del gigante asiático

Estados Unidos desarrolla programas de aviación, espacial, naval, comunicaciones, inteligencia y combate electrónico orientados a cerrar las rutas de acceso y salida de Pekín a través del mar de China Oriental y el océano Pacífico. En la próxima década, el Pentágono destinará US$524,500 millones de dólares para la creación de dos barreras de combate aéreo-marítimas con el fin de bloquear a China.

En el contexto estratégico de batalla aéreo-marítima, el programa de aviación será el más caro y contará con aviones de combate de largo alcance. El segundo proyecto más costoso será el naval, y se espera que ambos programas entren en funcionamiento para el 2018.

The Washington Post indica que “Washington está preocupado por el creciente poderío de Pekín, por lo que pretende aplicar ciertas políticas de contención”, e informó además sobre la firma de un acuerdo entre EE.UU. y Singapur para instalar una base en el país asiático, donde recalarán los más modernos buques estadounidenses de guerra.

El proyecto, que estaría terminado para 2023, tendrá dos barreras para disuadir a las fuerzas chinas en caso de un conflicto entre Washington y Pekín. La primera bloqueará a la nación comunista en el mar de China Oriental y la segunda en el océano Pacífico.

China es consciente de las devastadoras consecuencias de un posible bloqueo en caso de un enfrentamiento con EE.UU., por lo que a su vez ha empezado a desarrollar proyectos a largo plazo para reducir eventuales amenazas.

Para la contención del gigante asiático, EE.UU. cuenta con Japón. Tokio acusó a Pekín de intentar “modificar el status quo regional con argumentos incompatibles con el derecho internacional”. Así se afirma en la nueva estrategia de seguridad nacional aprobada el 17 de diciembre por el gobierno nipón, dando un paso más hacia el objetivo planteado: hacer de Japón un poder militar más fuerte e independiente, capaz de contener, llegado el caso, el expansionismo chino en la región.

La estrategia alcanzó su máxima expresión cuando el componente militar en la política de seguridad nacional empezó notoriamente a dominar. Ello se trasluce, en la decisión del gobierno nipón de potenciar su Marina de Guerra y Fuerza Aérea o la intención de crear misiles balísticos propios.

En 2013, Tokio aclaró estar dispuesto a adoptar las más férreas medidas en caso del desembarco de los chinos en las islas Senkaku, sin descartar una respuesta militar. La característica tensión de las relaciones China-Japón ha alcanzado un sensible nivel aunque ninguna de las partes está interesada en una confrontación bélica.

Para el gobierno japonés no existe ninguna duda de que las islas Senkaku forman parte inalienable de su territorio. Enfocado en la creciente pujanza militar de China en Asia, el gobierno japonés aprobó la mencionada nueva estrategia de seguridad nacional y además un plan a cinco años para ampliar sus recursos militares. Dicha política considera que las “intrusiones” marítimas de China entorno a las islas Senkaku (que administra Tokio y reclama Pekín) plantean una “preocupación a nivel internacional”.

Los diplomáticos de ambos países se esforzarán en buscar una solución pacífica mediante negociaciones tras bastidores y acuerdos extraoficiales para evitar la escalada de tensión.

La floreciente economía china depende directamente de sus complejas líneas marítimas de suministro (y de demanda) en su mayoría en el Océano Índico y el Pacífico occidental. La China moderna, revitalizada y militarizada representará una amenaza no solo para Japón, sino también para la posición de las potencias occidentales en el Mediterráneo asiático.

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