The Continent that Got Lost All by Itself

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El continente que se perdió solo

¿Dónde está Occidente? ¿Qué pasado con la Unión Europea y con Estados Unidos?

En la celebración anual de Davos este año ha habido dos grandes ausentes. Uno fue Estados Unidos. El otro, la Unión Europea. Un ejemplo: el sábado, Gideon Rachman, en Financial Times, explicaba quiénes eran, hasta entonces, las estrellas del World Economic Forum (WEF): el primer ministro de Japón, Shinto Abe, y el presidente de Irán, Hassan Rohani.

Dadas las tensiones entre Japón y China (y las curiosas declaraciones de Abe, comprando la situación entre ambos países a la que había entre Alemania y Gran Bretaña en 1914, o sea, justo antes de que estallara la Primera Guerra Mundial), Rachman recordaba también el aire “cuasi imperial” del presidente chino Xi Jinping en el encuentro.

¿Dónde está Occidente? ¿Qué pasado con la Unión Europea y con Estados Unidos?

Una respuesta a esa pregunta la ha dado Ian Bremmer, el presidente y fundador de Eurasia Group, una de las empresas pioneras en el análisis del riesgo político, es decir, en cómo la actividad de los Gobiernos y, en general, toda la situación sociopolítica de los países, puede afectar a las empresas y al sector privado. Bremmer–que también es columnista en Financial Times y en Reuters–es un asiduo de Davos, aunque las declaraciones que voy a citar tuvieron lugar dos semanas antes del WEF, en una conversación telefónica, con motivo de la presentación de las previsiones de riesgo político de Eurasia Group para 2014.

Bremmer cree que si, Europa no es relevante en este momento, a pesar de su enorme peso económico, es más a consecuencia de un cambio de poder geoestratégico en el continente que de la eurocrisis. “Europa no es Japón, porque tiene mucha menos deuda”, explica. A eso se suma el hecho de que “la inestabilidad social ha sido baja en Europa durante la crisis”.

La clave es que “la UE había sido tradicionalmente dirigida por Gran Bretaña y Francia, dos países muy inclinados a pensar en términos de geostrategia. Ahora, eso ha cambiado. La UE está dirigida por Alemania, un país con una estrategia más ‘estrecha’ y más circunscrita a la economía”.

Según Bremmer, “eso, a su vez, no ayuda a Estados Unidos”, ya que implica que la UE –un aliado tradicional de Washington– ha perdido interés en los asuntos mundiales y, encima, las relaciones bilaterales entre Alemania y EEUU están muy dañadas por el ‘caso Snowden’: “La relación bilateral de Estados Unidos que más ha sufrido por el escándalo es la que tiene con Alemania”.

Así pues, Angela Merkel sigue sin perdonar que le pincharan el teléfono (aunque, personalmente, sigo sin entender por qué no ha cesado a los jefes de su servicio de contraespionaje en vez de enfadarse con Obama). Pero, en cualquier caso, el resultado es que, por más que Francia y Reino Unido sigan tratando de jugar un papel en el mundo, si la gran potencia continental, que es Alemania, no quiere, no hay demasiado que hacer.

Eso se combina con el hecho de que Estados Unidos está dejando de tener su política exterior tradicional. Para el presidente de Eurasia Group (que es la empresa privada con más analistas de ciencia política del mundo), “la política exterior de EEUU solía ser muy estable. Incluso con el Gobierno de George W. Bush seguía unas líneas generales marcadas hace mucho tiempo. Era, entre otras cosas, muy proactiva. Pero ahora está cambiando”.

Si se combinan ambas tendencias, se explica la pérdida de presencia de Occidente en Davos. Una pérdida de presencia que no se corresponde a la realidad, puesto que tanto la UE como EEUU siguen teniendo un peso enorme en el mundo. Según los datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), la UE representaba en 2012 nada menos que el 23,1% del PIB mundial, y Estados Unidos, el 22,5%. Y, de acuerdo a las estimaciones de la Federación de Científicos Americanos, los dos juntos tienen el 48,4% de las bombas atómicas del mundo.

Esta última estadística es un poco mentirosa, dado que EEUU controla el 45,3% de los artefactos nucleares, mientras Gran Bretaña y Francia, que son las potencias atómicas de la UE, se quedan con el 3,1% restante. Pero, aún así, ambos países tienen casi tantas bombas atómicas como Israel, China, Pakistán, India y Corea del Norte juntas.

La relativa desaparición de Occidente parece, así pues, autoimpuesta. No tiene muchos indicios de ser una retirada ordenada en un momento en el que los países emergentes de otra tradición cultural están ganando poder. El caso de Europa, en particular, es más llamativo, porque, bajo influencia alemana, parece haber decidido que no le interesa del mundo. Es el continente perdido. O, más bien, que se perdió solo.

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