Nueva relación EE.UU.-América Latina
América Latina avanza hacia una nueva relación con EE. UU.. En ese proceso de transformación en la relación entre norte y sur de América se ubica la II Cumbre de la Celac realizada en los últimos días de enero en La Habana.
La II Cumbre adoptó dos documentos: “Declaratoria de América Latina y el Caribe como zona de paz” y la “Declaración final del encuentro”, que señala los asuntos y las prioridades en el quehacer conjunto de los 33 Estados.
En la introducción a la “Declaración final” (83 párrafos) sobresale este autollamamiento: “Fortalezcamos nuestras democracias y todos los derechos humanos para todos; demos mayores oportunidades a nuestra gente; construyamos sociedades más inclusivas; mejoremos nuestra productividad; mejoremos nuestra infraestructura y conectividad y las redes necesarias que unan a nuestros pueblos; trabajemos por el desarrollo sostenible, por superar las desigualdades y por una más equitativa distribución de la riqueza, para que todas y todos sientan que la democracia les da sentido a sus vidas. Esa es la misión de la Celac, esa es la tarea a la que hemos sido convocados y esa es la responsabilidad política que tenemos por delante”.
El párrafo 56 consigna el apoyo a la paz de Colombia: “Instamos a las partes a continuar el proceso dirigido a poner fin a un conflicto interno que por más de 50 años ha afectado el desarrollo político, social y económico de esa nación hermana”.
EE. UU. reaccionó ante la II Cumbre: “Estamos decepcionados de que la Celac, en su declaración final, traicionó la dedicación a los principios democráticos a la que se ha comprometido la región, al abrazar el sistema de partido único en Cuba”. Ello por cuanto los países miembros —todos los del continente salvo EE. UU. y Canadá— acordaron respetar plenamente el “derecho soberano de cada uno de nuestros pueblos para escoger su forma de organización política” (párrafo 1).
Reacción precipitada que de ninguna manera corresponde a la realidad cuando la propia Cumbre declaró su adhesión expresa a la ONU, sus fundamentos y resoluciones, y contó con la presencia activa tanto del secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, como del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
No pretende América Latina pagar a EE. UU. con la misma moneda con que ellos lo hicieron en los siglos XIX y XX. No se trata de prescindir de EE. UU.. Se trata de establecer una relación más equilibrada, justa, democrática, dialógica, respetuosa de la autodeterminación.
América Latina no es más el patio trasero del Tío Sam. Desde hace un cuarto de siglo, con ritmo acentuado en la última década, en los países al sur del Río Bravo se entrelazan tres dinámicas, que cada día son propósitos más consciente, activa y mancomunadamente asumidos: democratizarse, integrarse y relacionarse de otra manera con Estados Unidos. El tercer elemento es a la vez condición y consecuencia de los dos primeros.
La cohesión prospectiva del bloque latino se gesta en el líquido amniótico de la paz: solución pacífica de conflictos entre los Estados, terminación de los conflictos armados internos donde subsisten y contribución decidida de la región a la paz global.
Una nueva realidad está surgiendo en el continente americano, con molestia de algunos, para bien de todos.
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