Nobel Prize Winners Have Opposing Views on US Economy

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Nobel enfrentados sobre EE. UU.

En economía, como en cualquier profesión, los receptores de los premios Nobel representan el más alto grado de creatividad y logro intelectual.

Quienes practicamos la profesión, los responsables de políticas pública y los estudiantes a quienes enseñamos economía, leemos a los Nobel como fuente de inspiración y sabiduría.

La actual coyuntura de Estados Unidos es un campo fértil para políticas que retornen a la economía más grande del mundo a un crecimiento sostenido. Justo en este momento, dos titanes de la profesión, ambos receptores del Premio Nobel, no podrían diferir más.

Edward Prescott (premio Nobel en 2004) acaba de publicar (Wall Street Journal, feb. 4) una crítica a la política económica actual. En su opinión, la reforma financiera de la Ley Dodd-Frank, los salvamentos a las compañías automotrices, los subsidios en favor de energía verde, los 800 billones de dólares para el paquete de recuperación e inversión, la reforma a la salud y las numerosas decisiones en temas laborales, en su conjunto han perjudicado la creación de nuevos negocios y la productividad. Para Prescott el problema radica esencialmente en factores de oferta.

Por su parte, en varios artículos del New York Times, Paul Krugman (premio Nobel en 2008) diagnostica una insuficiencia de demanda, que debe ser confrontada con políticas que dinamicen el gasto, con estímulos fiscales y monetarios sustanciales y continuos. En sus palabras, “La moneda abundante deberá, y probablemente estará, con nosotros por un tiempo muy largo. De paso, podemos olvidarnos de todas esas historias terroríficas acerca de la deuda pública…”.

En economía, estos desacuerdos son la regla y no la excepción. El problema es, entonces, de dónde extraer el criterio de superioridad para escoger entre propuestas contrapuestas.

En nuestra opinión, los criterios de superioridad entre diagnósticos tan disímiles deben ser obtenidos de entender las experiencias previas en distintos países, de admitir mezclas más eclécticas y de la teoría económica que se considera apropiada. Es crucial también reconocer que las decisiones se toman en un contexto de alta incertidumbre. Ante un problema de esta magnitud, cualquier visión tiene un riesgo de ser parcial, incompleta y de requerir posterior revisión.

Ejemplos como la recuperación del Reino Unido, basada en una política de austeridad, siembran duda sobre la visión de Krugman. No parece sostenible proponer laxitud fiscal y monetaria indefinida. Ni para Estados Unidos, ni para ninguna economía.

Por su parte, pretender que ninguna de las políticas adoptadas por la actual administración de EE.UU. para socorrer a determinados agentes y sectores, severamente afectados por la crisis de 2007-9, como se deriva del diagnóstico de Prescott, parece excesivamente doctrinario.

En términos operativos, podemos caracterizar las propuestas según su énfasis en factores de oferta/demanda. Prescott estaría 90/10, en el peso que da a condiciones de oferta/demanda; mientras Krugman estará 10/90.

Puede haber una mezcla más balanceada y que admita pesos que cambian con el tiempo. En particular, justo después de la crisis era necesario un enfoque de demanda, por ser más flexible y de fácil implementación. Seis años después de la crisis, es exagerado mantener ese enfoque de demanda; un incrementable 60/40 a favor de reformas de oferta parece más sensato.

En suma, los estímulos fiscales y monetarios, si bien justificados, deben retirarse paulatinamente; y las reformas de oferta deben ganar más participación. La gran ventaja de un enfoque pragmático de este tipo es que reduce el riesgo y los costos de cometer errores. Además, permite reaccionar con una batería más ecléctica en caso de que la estrategia adoptada no haya sido la correcta ex-post.

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