Las relaciones entre Barack Obama y Vladimir Putin colisionaron a partir del asilo de Edward Snowden en Rusia. ¿De cuántas cosas no se habrán enterado en el Kremlin sobre las intenciones desestabilizadoras de Estados Unidos (EU)?
Toda la mutua confianza establecida de Obama con Rusia mediante la famosa perezagruzka (reactivación) se derrumba en Ucrania por el reparto multipolar del nuevo (des)orden mundial.
La perezagruzka de Obama no se confina a Ucrania –quizá la parte más exquisitamente sensible por su frontera de mil 576 kilómetros con Rusia y sus lazos históricos y culturales– y su dinámica se extiende a Siria y Venezuela, como declaró sin ambages Obama en Toluca (19/2/14), donde arremetió contra Putin tres días antes del derrocamiento del gobierno elegido en Ucrania y un día antes de la clausura de los Juegos Olímpicos de Sochi. El cronograma geopolítico es prístino.
Sin remontarnos 10 años atrás, a la revolución de color en Kiev patrocinada por el megaespeculador George Soros, a mi juicio, los eventos no empezaron en Ucrania a escala local/regional el 22 de febrero, sino se detonan con la derrota geoestratégica de Obama en Siria, lo cual obliga(ba) a un revire de EU en la parte más ultrasensible de Rusia.
Obama había amenazado con una guerra limitada en Siria, que hubiera desembocado en una Tercera Guerra Mundial, y curiosamente fue rescatado in extremis por el zar Putin, quien le dio una salida airosa con el desmantelamiento de las armas químicas en Siria –soslayando la posesión de armas atómicas por Israel, no se diga de sus armas químicas y biológicas.
A menos de nueve meses de las elecciones intermedias en noviembre, Obama –a quienes muchos consideran un presidente sin cartas en la mano (“ lame duck”)– estaba obligado a demostrar la vigencia de EU en el reacomodo del nuevo orden multipolar, donde estaba perdiendo la partida frente a los BRICS. Pero se le pasó la mano.
Si se interpreta correctamente su conferencia de prensa en Toluca, el revire de Obama se escenificó en tres lugares simultáneos donde Rusia conserva(ba) una relativa influencia: Ucrania, Siria y Venezuela –sin contar el espectacular acercamiento del general Sisi, el nuevo faraón de Egipto, quien visitó Rusia 10 días antes antes del golpe de Kiev: al estilo paraguayo con mezcla hondureña que óptimamente maneja el Departamento de Estado con los cuentos texanos de la democracia y los derechos humanos diseñados para cándidos en geopolítica.
Aunque se encuentra en su fase disfuncional, Egipto es el alma del mundo árabe y puede recuperar sus laureles de antaño en África.
La pérdida de Egipto por Obama tiene implicaciones mayúsculas en la geopolítica global. Y aquí es donde empieza a dibujarse lo que está(ba) en juego en Crimea, mucho más importante que Ucrania misma: el puerto de Sebastopol, sede de la flota rusa en el Mar Negro, que lo conecta con el Mediterráneo; es decir, con el puerto ruso de Tartus, en Siria, y la nueva conexión con el general Sisi en Egipto: toda la geopolítica rusa en el Gran Medio Oriente, donde se empieza a replegar Obama tanto en Afganistán como en Irak.
Mas allá de que el depuesto presidente Yanukovich –quien sin ser trapecista osó saltar al vacío acrobático entre EU, la Unión Europea (UE) y Rusia– haya firmado un humillante acuerdo con Chevron para la explotación del shale gas por 10 mil millones de dólares (Reuters, 5/11/13), Kiev, la capital filoeuropea, ostenta legítimas aspiraciones que lamentablemente han sido mancilladas por la prevalencia de grupos neonazis en los que EU invirtió 5 mil millones de dólares, a confesión de la asistente del Departamento de Estado, Victoria Nuland, esposa del súper halcón neoconservador straussiano Robert Kagan, y quien mandó a freír espárragos a los europeos con su indeleble frase “ fucking Europe”, con el fin de colocar a su marioneta fondomonetarista en el poder.
Sin entrar a la insoluble discusión bizantina sobre el sexo de los ángeles del nuevo régimen en Kiev –si fue golpe de Estado y/o una revolución únicamente a nivel del Poder Ejecutivo–, es difícil retroceder el reloj geoestratégico.
Hubiera sido ingenuo pensar que un cambio de régimen en Kiev decididamente a favor de EU/OTAN/UE no hubiera tenido consecuencias en el Kremlin, donde el contra-revire esperado de Putin vino después de Sochi con la consolidación de la presencia rusa en la República Autónoma de Crimea (a mayoría rusa), donde tiene una estratégica presencia militar en el puerto de Sebastopol.
El jaque de Obama a Putin en Kiev fue temerario y ponía en peligro la existencia misma del régimen ruso, como ha externado metafóricamente Zbigniew Brzezinski, ex asesor de Seguridad Nacional de Carter e íntimo de Obama: la captura de Moscú pasa por Kiev.
¿Realmente creyeron en Washington que Putin hubiera aceptado la presencia de la OTAN en Ucrania, un verdadero casus belli?
Una cosa es que Ucrania –étnicamente fracturada en su parte occidental filoeuropea y su parte sureña/oriental filorrusa– pertenezca mercantilmente a la UE y/o a la Unión Aduanera rusa, pero otra cosa es la presencia de la OTAN en la frontera rusa.
El veterano ex diplomático indio MK Bhadrakumar, quien colige los movimientos geopolíticos en Eurasia, considera que “Putin desmontó el bluff de las sanciones de Obama” cuando el zar ruso comentó que en el mundo de hoy, donde todo está interconectado y cada uno es dependiente del otro de una u otra forma, nos podemos desde luego infligir daño uno al otro, pero este daño será mutuo.
Sergeï Glazyev, consejero del Kremlin, advirtió que Rusia reducirá a cero su dependencia económica con EU si Washington impone sanciones contra Rusia, lo que llevaría al crash del sistema financiero de EU (Le Monde, 4/3/14).
Una fuente del Kremlin, según la agencia rusa RIA Novosti, indicó que el punto de vista de Glazyev era una opinión personal y no constituía la posición oficial del Kremlin.
A mi juicio, Rusia puede desprenderse de sus bonos del Tesoro de EU por 200 mil millones de dólares y cesar la compraventa del petróleo con el dólar. ¿A quién le conviene?
Sin importar las intenciones de EU/OTAN/UE, el contrarrevire de Putin en Crimea impide la presencia de la OTAN, no se diga después de apoyar las veleidades independentistas de la parte oriental rusófila.
Todo lo que sigue es negociable y es probable que se encamine a un complejo triple acomodamiento, como el mismo Brzezinski ha expresado en Twitter: 1. Entre los grupos de la oposición nada cohesivos que han sido rebasados por la punta de lanza neonazi (es inadmisible que EU/OTAN/UE apoyen un gobierno ultrafascista en cualquier capital europea y del mundo, solamente con el fin de desestabilizar a Rusia); 2. Entre la UE (léase: Alemania tan dependiente del gas ruso) y Rusia, tomando en cuenta los intereses de las dos Ucranias y Crimea, y 3. Entre EU y Rusia.
Parte sustancial del nuevo (des)orden multipolar del siglo XXI se está definiendo en Ucrania. Falta China.
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